Jueves de la XVI semana del Tiempo Ordinario

Templo de las Carmelitas

  • 19:00 Misa
  • 19:30 Adoración al Santísimo. Confesiones

Primera lectura

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Gálatas 2, 19-20:

Hermanos:

Yo he muerto a la ley por medio de la ley, con el fin de vivir para Dios.
Estoy crucificado con Cristo; vivo, pero no soy yo el que vive, es Cristo quien vive en mí.
Y mi vida de ahora en la carne, la vivo en la fe del Hijo de Dios, que me amó y se entregó por mí.

Salmo

Sal 33, 2-3. 4-5. 6-7. 8-9. 10-11 R/. Bendigo al Señor en todo momento

Bendigo al Señor en todo momento,
su alabanza está siempre en mi boca;
mi alma se gloría en el Señor:
que los humildes lo escuchen y se alegren. R/.

Proclamad conmigo la grandeza del Señor,
ensalcemos juntos su nombre.
Yo consulté al Señor, y me respondió,
me libró de todas mis ansias. R/.

Contempladlo, y quedaréis radiantes,
vuestro rostro no se avergonzará.
El afligido invocó al Señor,
él lo escuchó y lo salvó de sus angustias. R/.

El ángel del Señor acampa en torno a quienes lo temen
y los protege.
Gustad y ved qué bueno es el Señor,
dichoso el que se acoge a él. R/.

Todos sus santos, temed al Señor,
porque nada les falta a los que lo temen;
los ricos empobrecen y pasan hambre,
los que buscan al Señor no carecen de nada. R/.

Evangelio

Lectura del santo evangelio según san Juan 15, 1-8

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Yo soy la verdadera vid, y mi Padre es el labrador. A todo sarmiento que no da fruto en mí lo arranca, y a todo el que da fruto lo poda, para que dé más fruto. Vosotros ya estáis limpios por la palabra que os he hablado; permaneced en mí, y yo en vosotros.
Como el sarmiento no puede dar fruto por sí, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí.
Yo soy la vid, vosotros los sarmientos; el que permanece en mí y yo en él, ese da fruto abundante; porque sin mí no podéis hacer nada. Al que no permanece en mí lo tiran fuera, como el sarmiento, y se seca; luego los recogen y los echan al fuego, y arden.
Si permanecéis en mí y mis palabras permanecen en vosotros, pedid lo que deseáis, y se realizará.
Con esto recibe gloria mi Padre, con que deis fruto abundante; así seréis discípulos míos».

Reflexión del Evangelio

De https://www.dominicos.org/predicacion

Vivo yo, pero no soy yo, es Cristo quien vive en mí

Abandonamos hoy la lectura continua en la eucaristía para celebrar la fiesta de Santa Brígida de Suecia, una mujer del siglo XIV, perteneciente a la alta sociedad de la época, joven esposa, madre de ocho hijos, viuda y fundadora de una orden religiosa.

Su relación profundísima con el Señor Jesús, sobre todo a través del misterio de su pasión, hizo de ella una verdadera predicadora del evangelio, con una gran influencia en la sociedad de su tiempo, desde los Papas y nobles hasta la gente sencilla. Comparte con otras santas el reconocimiento de la Iglesia como patrona de Europa.

Las lecturas elegidas para su fiesta resaltan el modo de comprender la fe y la experiencia espiritual de Brígida de Suecia. Dos versículos de la carta de Pablo a los gálatas. Radicales y aparentemente paradójicos, en ese discurso vehemente por mostrar que sólo en Jesús, el Cristo, está la salvación para todos. Sorprendentes en estos tiempos en que se subraya con fuerza la necesidad imperiosa de ser uno mismo, de ser libre… aunque vivamos después dominados y manejados por los intereses del poder y siguiendo a tantos gurús como proliferan en épocas de crisis.

Pero ¿quizá Pablo está sugiriendo que la persona ha de dejar de ser ella misma? ¡Más bien al contrario! Pablo descubrió que la persona de Jesús lo era TODO, la plenitud de lo humano y lo divino. Y en el proceso de identificación con Él -nunca en el cumplimiento de una Ley- adquirimos la capacidad de ir siendo cada vez más humanos y más “nosotros mismos”.

Ojalá experimentemos que a medida que vamos viviendo de la fe en el Hijo que nos amó nos acercamos a nuestra auténtica identidad. Dios no nos desaloja de nosotros mismos, sino que potencia nuestra capacidad de llegar a ser realmente aquello que estamos llamados a ser.

Sin mí no podéis hacer nada

El descubrimiento de Pablo en la 1ª lectura, “es Cristo quien vive en mí”, encuentra en el evangelio su “complemento” en boca de Jesús. Si Cristo vivía en Pablo, ahora Jesús nos invita a ser nosotros los que vivamos en Él.

El texto está poblado de frases que pueden provocar desconcierto. El labrador, la vid y los sarmientos constituyen imágenes alegóricas muy sencillas cuando se refieren a la naturaleza, pero no lo son tanto cuando caemos en la cuenta de que somos los “sarmientos”. Y es que la vida de sarmiento no es precisamente fácil: si no hay frutos se arranca y se tira al fuego… si hay frutos se poda para que dé más frutos…

¿Viviremos obsesionados por producir frutos? ¿Cuáles son esos frutos que hemos de dar? ¿Se nos empuja a vivir bajo la presión de que una tijera de podar pende sobre nuestras cabezas?

Esa interpretación se aleja de lo que Jesús ha ido comunicando en el evangelio. Como dice A. Candiard, cuando una palabra del Evangelio nos produce miedo significa que no hemos sabido interpretarla. ¿Cuál es el mensaje entonces? El Padre envía al Hijo para salvar al mundo; el Hijo nos ama y nos invita a vivir unidos a Él hasta el punto de participar de su propia vida como el sarmiento lo hace de la vid.

Si acogemos esta invitación, si deseamos que nuestra vida adquiera su sentido precisamente en esa vinculación estrecha con Él, los frutos surgirán sin que sepamos cómo, y -aunque parezca mentira porque hay muchas cosas fantásticas que se realizan en el mundo sin referencia explícita al Señor Jesús- viviremos con alegría la sorpresiva experiencia de sentir en lo más hondo de nosotros que no podemos hacer nada sin Él.

Hna. Gotzone Mezo Aranzibia O.P.
Congregación Romana de Santo Domingo

Santa Brígida

De https://www.dominicos.org/predicacion

Madre de familia, religiosa católica después, mística, escritora y teóloga sueca. Fundadora de la Orden del Salvador. Fue declarada santa por la Iglesia Católica en 1391. Es considerada la santa patrona de Suecia, patrona de Europa y de las viudas

Brígida de Suecia había nacido en Finstad, cerca de Upsala, en el seno de una familia aristocrática y tuvo que casarse a los 14 años, por imposición de su padre con un militar fuerte y elegante, Ulf Gudmarsson, con quien vivió feliz y tuvo ocho hijos, a los que dio una esmerada educación, y entre ellos esta Santa Catalina de Suecia. Además de cuidar de todos ellos, todavía le quedaba tiempo para dedicarse a las obras de caridad con los necesitados en un hospital que había erigido con su marido cerca de su casa, fiel a su espíritu de terciaria franciscana.

En peregrinación a Compostela

Con motivo de sus bodas de plata matrimoniales (1341), Brígida y su esposo Ulf decidieron celebrar esta fecha con toda solemnidad y para ello nada mejor que hacer una peregrinación a Santiago de Compostela (España), peregrinación, por otra parte, no era nada novedosa, pues en la familia constituía una tradición ya adquirida. La iniciaron a principios de junio de 1341, y caminaron de santuario en santuario, visitando cuantos pudieron encontrar en el camino, especialmente los de Renania, los de Provenza y los de España hasta llegar finalmente a Galicia, al sepulcro del apóstol Santiago. […] Esta peregrinación a Compostela para Santa Brígida tuvo una importancia excepcional, pues marcó un hito en su vida, Ya que, después de esta peregrinación al sepulcro del apóstol Santiago, Brígida decidió dar una respuesta incondicional a la llamada de Dios a la santidad, haciendo voto de castidad junto con su marido con la intención de fundar un convento donde Pudieran retirarse y vivir entregados a la oración y a la contemplación. Pero su marido murió en 1344, y entonces, Brígida abandonó su casa, entregó a los pobres todos su bienes y se fue a vivir cerca del monasterio cisterciense de Alvastra, donde ya se había retirado poco antes su marido y donde había muerto. Allí comenzó a tener revelaciones de Cristo y de la Virgen María, que ella iba escribiendo en sueco y que, luego, sus confesores y consejeros, traducían al latín, cuyo texto ella misma revisaba.

Fundación del Convento de Vadstena

En 1346, comenzó a ocuparse del más íntimo anhelo de sus aspiraciones espirituales: la construcción del convento de Vadstena (Suecia) para 25 hombres y 60 mujeres, un total de 85 personas, que representaban a los 12 apóstoles, a los 72 discípulos y al apóstol San Pablo. Vivirían en edificios separados, por supuesto, pero con una única iglesia para orar juntos, regidos por una misma abadesa, que reflejara la maternidad de la Virgen María y orientados por la regla de San Agustín.

Así y allí nacía la orden del Salvador, cuya espiritualidad mariana, que Brígida inculcó a sus hijas, componiendo ella misma himnos y lecturas para recitar en el oficio mariano cada día, tuvo una gran difusión en los siglos siguientes, sobre todo, en el Norte de Europa. Pero como no acababa de recibir el reconocimiento papal para su fundación, la Orden del Salvador, Brígida decidió ir a Roma (1349), aprovechando la convocatoria del jubileo de 1350, hecha por el papa Clemente VI desde Aviñón mediante la bula Unigenitus Dei Filius que se publicó en agosto de 1349. Sólo en 1370, después de muchas correcciones sobre la pobreza común en el monasterio. el papa Urbano V aprobó la Regula Salvatoris, que ella decía que había recibido por revelación, mientras que la aprobación del monasterio mixto sólo llegó, cinco años después de su muerte, en 1378, cuando su hija Catalina era la abadesa del monasterio. Pero estos contratiempos no mermaron en ningún momento su convicción de que estaba realizando la voluntad de Dios ni la esperanza de que su obra saldría adelante, a pesar de los fracasos y de los obstáculos encontrados en el camino.

Las revelaciones de Santa Brígida

Santa Brigida de Suecia se sintió inspirada por Cristo y por la Virgen, que le hablaban y ella, por escrito o de palabra, expresaba lo que le iban diciendo. Después, los confesores y secretarios recogían sus escritos y sus palabras y las traducían del sueco antiguo al latín. De ahí que no sea posible precisar, en este trasiego, hasta que punto las Revelaciones reproducen con exactitud las palabras inspiradas a la vidente. Es más, dada la índole polémica de muchas de ellas y el contenido puramente teológica de otras, se puede suponer que sus confesores modificaron el texto para limar expresiones demasiado fuertes o para corregir imprecisiones teológicas.

De todas formas, las Revelaciones fueron recogidas en ocho libros (más un noveno en el que se recogen otras revelaciones que no habían sido incorporadas a los primeros) y están divididas en cuatro ciclos: el sueco entre 1344-13/119; el romano entre 1350-1363; el de las peregrinaciones a diversos santuarios de Italia entre 1364-1370, y el de Tierra Santa entre 1372-1373. Entre otras cosas, Brígida, a través de sus Revelaciones, transmite las órdenes recibidas de Dios para remediar las diversas miserias de la vida cortesana y para reformar el estado religioso y el desorden de la Iglesia y deja en ellas una espiritualidad marcada por los acontecimientos políticos y religiosos de su época, que refleja el ardor de un alma que se sabe instrumento en la mano de Dios para realizar una renovación espiritual en la Iglesia de su tiempo.

Además, las Revelaciones reflejan la fuerte personalidad de una santa que, por su carácter dinámico y práctico, supo conjugar perfectamente contemplación y acción, ser Marta y María al mismo tiempo. Y de esta unión le nació la perseverancia y la severidad de su mensaje, que, como trompeta sonora, clamaba pidiendo la «reforma de la cabeza y de los miembros de la Iglesia». que, por otra parte, era el clamor que se había levantado por doquier. Su mística, tan mariana como cristocéntrica, le llevó a la profunda convicción de que sólo los sufrimientos, que Dios le había reservado o significado a través de las vicisitudes exteriores, eran el medio para llevarla a la unión con Dios. Esta comprensión del sufrimiento la presentó de todo sentimentalismo y le ayudó a adquirir un fuerte sentido realista, que determinó todo su dinamismo interior. Las visiones que recibió en éxtasis reflejan también la misma nota personal y realista que se traduce en imágenes naturalistas, a menudo drásticas y altamente dramáticas, En especial sus visiones de Cristo en la Cruz y de la Dolorosa se consideran como obras maestras de la literatura sueca antigua.

Rafael del Olmo, O.S.A.

Texto tomado de: Martínez Puche, José A. (director),
Colección Nuevo Año Cristiano de EDIBESA.