XII Domingo del Tiempo Ordinario

Templo Carmelitas. Aforo: 75%

  • 10:00 Misa
  • 19:00 Misa

Ermita Campolivar. Aforo: 75%

  • 11:00 Misa

Aviso

Deberán respetarse las medidas de seguridad de seguridad e higiene: los feligreses deberán hacer uso de la mascarilla, sentarse en los bancos y lugares señalizados, respetando en todo momento la distancia de seguridad, las pilas de agua bendita continuarán vacías, el diálogo individual de la Comunión se pronunciará de forma colectiva, distribuyéndose la Eucaristía en silencio y se recibirá en la mano. El saludo de la paz se sustituye por un gesto para evitar el contacto directo.

Se prorroga la DISPENSA DEL PRECEPTO DOMINICAL invitando a la Lectura de la Palabra de Dios. Se ruega que las personas mayores o en situación de riesgo sigan las celebraciones por los medios audiovisuales o por radio y/o soliciten que se les lleve la Comunión a sus hogares

Primera lectura

Lectura del libro de Jeremías 20, 10-13

Dijo Jeremías:
Oía la acusación de la gente:

«“Pavor-en-torno”,
delatadlo, vamos a delatarlo».
Mis amigos acechaban mi traspié:
«A ver si, engañado, lo sometemos
y podemos vengarnos de él».
Pero el Señor es mi fuerte defensor:
me persiguen, pero tropiezan impotentes.
Acabarán avergonzados de su fracaso,
con sonrojo eterno que no se olvidará.
Señor del universo, que examinas al honrado
y sondeas las entrañas y el corazón,
¡que yo vea tu venganza sobre ellos,
pues te he encomendado mi causa!
Cantad al Señor, alabad al Señor,
que libera la vida del pobre
de las manos de gente perversa.

Salmo

Sal 68 R/. Señor, que me escuche tu gran bondad.

Por ti he aguantado afrentas,
la vergüenza cubrió mi rostro.
Soy un extraño para mis hermanos,
un extranjero para los hijos de mi madre.
Porque me devora el celo de tu templo,
y las afrentas con que te afrentan caen sobre mí. R/.

Pero mi oración se dirige a ti,
Señor, el día de tu favor;
que me escuche tu gran bondad,
que tu fidelidad me ayude.
Respóndeme, Señor, con la bondad de tu gracia;
por tu gran compasión, vuélvete hacia mí. R/.

Miradlo, los humildes, y alegraos;
buscad al Señor, y revivirá vuestro corazón.
Que el Señor escucha a sus pobres,
no desprecia a sus cautivos.
Alábenlo el cielo y la tierra,
las aguas y cuanto bulle en ellas. R/.

Segunda lectura

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos 5, 12-15

Hermanos:
Lo mismo que por un hombre entró el pecado en el mundo, y por el pecado la muerte, y así la muerte se propagó a todos los hombres, porque todos pecaron.
Pues, hasta que llegó la ley había pecado en el mundo, pero el pecado no se imputaba porque no había ley. Pese a todo, la muerte reinó desde Adán hasta Moisés, incluso sobre los que no habían pecado con una transgresión como la de Adán, que era figura del que tenía que venir.
Sin embargo, no hay proporción entre el delito y el don: si por el delito de uno solo murieron todos, con mayor razón la gracia de Dios y el don otorgado en virtud de un hombre, Jesucristo, se han desbordado sobre todos.

Evangelio

Lectura del santo Evangelio según san Mateo 10, 26-33

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«No tengáis miedo a los hombres, porque nada hay encubierto, que no llegue a descubrirse; ni nada hay escondido, que no llegue a saberse.
Lo que os digo en la oscuridad, decidlo a la luz, y lo que os digo al oído, pregonadlo desde la azotea.
No tengáis miedo a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma. No; temed al que puede llevar a la perdición alma y cuerpo en la “gehenna”. ¿No se venden un par de gorriones por un céntimo? Y, sin embargo, ni uno solo cae al suelo sin que lo disponga vuestro Padre. Pues vosotros hasta los cabellos de la cabeza tenéis contados. Por eso, no tengáis miedo: valéis más vosotros que muchos gorriones.
A quien se declare por mí ante los hombres, yo también me declararé por él ante mi Padre que está en los cielos. Y si uno me niega ante los hombres, yo también lo negaré ante mi Padre que está en los cielos».

Reflexión

De https://www.dominicos.org/predicacion

Iª Lectura de Jeremías (20,10-13)

La Iª Lectura de Jeremías 20,10-13, forma parte de los famosos textos que se tienen como «confesiones de Jeremías»; textos de experiencia en los que se muestra la lucha interna del hombre de Dios, del que está seducido por El, ya que tiene que hablar y proclamar lo que nosotros no queremos oír. El profeta siente que los que no están con él le acechan y están siempre seguros de que caerá; que los sencillos que le siguen se darán cuenta de que el profeta les engaña. Este es el «sino» del verdadero profeta: nunca le concederán la razón. Es verdad que el profeta ha sido fuerte, incluso ha hablado contra el templo (7,1-15) en un discurso que es una prefiguración de lo que diría también Jesús.

Ahora, Jeremías experimenta que los poderosos, los que están en contra de su misión ysu palabra, quieren «quemar» al profeta. Pretenden «seducirlo» como un día Dios lo había seducido cuando era casi un joven. Es eso mismo lo que pretenden los enemigos. Su vida ha sido un drama, no hay más que hacer un recorrido por su libro: sufrimientos, marginación social y su soledad (cf. 15,10.17; 16,13), persecuciones y las acusaciones que soporta (cf. 11,18-19; 20,10), azotes, torturas, cárcel y condena a muerte de parte de las autoridades (cf. 20,1-6; 26,11; 37,15-16; 38,1-13). Quieren hacer lo que Dios, pero para destruirlo y así el drama es más certero. De ahí que, «seducción» por «seducción», el profeta prefiere la seducción divina que le quema el alma y las entrañas con verdadero amor.

Por eso Jeremías, a pesar de saber que Dios le ha «arruinado» su vida normal o juvenil, prefiere a Dios; prefiere ponerse en sus manos. Ese es el canto final de esta «confesión» dramática del alma. Es, sí, una lamentación de Jeremías, aunque el texto acaba con una alabanza a Dios. Es una experiencia trágica de la que no se puede librar, porque tiene que seguir siendo fiel a Dios y a los hombres. No puede decir o hablar como los falsos profetas. Se queja a Dios de que lo haya elegido para esta tarea tan difícil y lo haya seducido (20,7). Y una vez seducido, vencido, comprado, se queda con Dios y con su palabra que es lo que puede traer luz a la entraña de la tierra. Por eso la pregunta para nosotros no puede ser otra que ¿se puede seguir persiguiendo a los profetas? Dios, no obstante, suscitará otros como Jeremías.

II.a Lectura (Romanos 5,12-15)

La Lectura de Romanos 5,12-15 es uno de los textos más asombrosos de San Pablo en los que durante mucho tiempo se ha visto una afirmación rotunda del pecado original. Pablo está intentando hacer una lectura midráshica del texto de Gn 1-3, pretendiendo comparar a la humanidad vieja y a la humanidad nueva. La vieja procedente de Adán, la nueva liberada y salvada por Cristo. La actualización del texto de Génesis es muy simple, demasiado simple, pero esa era la forma en que se hacía entonces. Intentaba poner de manifiesto que la muerte se explica por el pecado, pero no ha de entenderse necesariamente la muerte en sentido biológico, sino como el «mysterium mortis» que nos agarra la mente y el corazón. Se trata de la muerte que hay que llorar, pero también que hay que saber «decir» y asumir. Podemos afirmar que es uno de los textos más difíciles de la carta a los Romanos sobre lo que todavía hay mucho por decir y explicar.

Interpretamos hoy que en Adán no ha pecado toda la humanidad, según se tradujo al latín (la Vulgata) el texto griego de Pablo; en Adán (ef ‘ho=in quo). La construcción es difícil: no se debe leer «existe la muerte, porque en él (Adán) todos pecaron», como interpretó San Agustín, siguiendo a la Vulgata. Preferimos, pues, «existe la muerte, porque todos pecaron»; sería nuestra traducción libre del texto paulino. Es verdad que en el texto sagrado van muy unidos la muerte y el pecado. Pero el pecado debe ser libre, participativo, no simplemente hereditario; el pecado original, pues, debe personalizarse, es decir, debemos ser responsables de lo que hacemos malo. No se trata, pues, de una herencia maldita, como tampoco la muerte biológica viene a serlo, a pesar que de esa forma se piensa en muchos ámbitos humanos y religiosos.

Es verdad que existe un pecado original, y el «tipo» de ello es Adán (aunque Adán no es una persona concreta, sino la humanidad vieja), pero de Pablo no se debería sacar en consecuencia una concepción biológico-hereditaria del pecado y de la muerte. Sin duda que pecamos siguiendo el ejemplo de unos con otros, y en este sentido seguirnos el ejemplo de Adán (=la humanidad vieja) y el pecado nos asoma a la muerte como experiencia trágica, tremenda y tenebrosa de enfrentarnos, a veces, con la realidad última de nuestra existencia. Pero frente a Adán está Cristo que ha traído gracia y la salvación. Estamos constantemente bajo el dominio del pecado, pero con la salvación y la gracia de Cristo somos liberados del pecado y de la muerte sin sentido, porque ésta cobra un sentido nuevo. Solamente en la acción salvadora de Dios en Cristo podemos salir del pecado original (=la humanidad vieja) y ser criaturas nuevas.

Evangelio (Mateo 10,26-33):

El evangelio de Mateo 10,26-33 viene a ser como una respuesta al texto que se lee en la Iª Lectura sobre las confesiones de Jeremías. Allí podíamos sacar en consecuencia que, ante este tipo de experiencias proféticas, el silencio de Dios puede llevar a un callejón sin salida. Ahora, la palabra de Jesús es radical: no temáis a los hombres que lo único que pueden hacer es quitar la voz; pero incluso en el silencio de la muerte, la verdad no quedará obscurecida. Esta es una sección que forma parte del discurso de misión de Jesús a sus discípulos según lo entiende Mateo.

No es un texto cómodo, justamente porque la misión del evangelio debe enfrentarnos con los que quieren callar la verdad, y es que la proclamación profética y con coraje del evangelio, da la medida de la libertad y de la confianza en Dios. Cuando se habla de alternativa radical se entiende que hay que sufrir las consecuencias de confiar en la verdad del evangelio de Jesús. Aunque la verdad no está para herir, ni para matar, ni siquiera para condenar por principio, sino a «posteriori», es decir, cuando se niega la esencia de las cosas y del ser.

Se ha de tener muy presente, en la lectura del texto, que no es más importante el profeta que su mensaje, ni la misión del evangelizador que el evangelio mismo. Por eso es muy pertinente la aclaración de: lo que «os digo en secreto» -que es la «revelación» de la verdad del evangelio y del reino de Dios, mensaje fundamental de Jesús-, no lo guardéis para vosotros. Eso es lo que se debe proclamar públicamente, porque los demás también deben experimentarlo y conocerlo. No está todo en una adhesión personal, sino en el sentido «comunicativo». La dialéctica entre secreto/proclamación no obedece a los parámetros de los «mass media», sino más bien a la simbología bíblica de luz/tinieblas que se experimenta en la misma obra de la creación y transformación del caos primigenio. Es como una autodonación, tal como Dios hizo al principio del mundo.

Tampoco está todo en hacer una lectura de la verdad del evangelio con carácter «expansivo», sino transformador. De esa manera cobran sentido las palabras sobre los mensajeros, las dificultades de ser rechazados y la exhortación a una «autoestima» cuando se lleva en el alma y en el corazón la fuerza de la verdad que ha de trasformar el mundo y la historia. Jesús pronunció estas palabras recogidas por Mateo, en el discurso de misión, sabiendo que el rechazo de los mensajeros estaba asegurado. Por eso se debe tener el «temple profético» para dejarse seducir por Dios y no por el temor a los poderosos de este mundo. No se trata solamente de ser combativos, dispuestos a la polémica, sino de creer en la verdad del evangelio que, no mata, sino que trasforma.

Fray Miguel de Burgos Núñez