I Domingo de Cuaresma

Templo de las Carmelitas

  • 10:00 Misa
  • 20:00 Misa. Sufr. Julio Parra y Margarita Álvarez; Dif. Familia Benito Simón.

Ermita de Campolivar

  • 11:30 Misa

Ermita del Salvador

  • 12:30 Misa

Primera Lectura

Gn 2,7-9; 3,1-7: Creación y pecado de los primeros padres.

 

El Señor Dios modeló al hombre de arcilla del suelo, sopló en su nariz un aliento de vida, y el hombre se convirtió en ser vivo.

El Señor Dios plantó un jardín en Edén, hacia oriente, y colocó en él al hombre que había modelado.

El Señor Dios hizo brotar del suelo toda clase de árboles hermosos de ver y buenos de comer; además, el árbol de la vida, en mitad del jardín, y el árbol del conocimiento del bien y el mal.

La serpiente era el más astuto de los animales del campo que el Se­ñor Dios había hecho. Y dijo a la mujer:

-«¿Cómo es que os ha dicho Dios que no comáis de ningún árbol del jardín?»

La mujer respondió a la serpiente:

-«Podemos comer los frutos de los árboles del jardín; solamente del fruto del árbol que está en mitad del jardín nos ha dicho Dios: “No comáis de él ni lo toquéis, bajo pena de muerte.”»

La serpiente replicó a la mujer:

-«No moriréis. Bien sabe Dios que cuando comáis de él se os abri­rán los ojos y seréis como Dios en el conocimiento del bien y el mal. »

La mujer vio que el árbol era apetitoso, atrayente y deseable, por­que daba inteligencia; tomó del fruto, comió y ofreció a su marido, el cual comió.

Entonces se les abrieron los ojos a los dos y se dieron cuenta de que estaban desnudos; entrelazaron hojas de higuera y se las ciñeron.

Salmo

Sal 50,3-4.5-6a.12-13.14.17: Misericordia, Señor, hemos pecado.
Misericordia, Dios mío, por tu bondad,
por tu inmensa compasión borra mi culpa;
lava del todo mi delito,
limpia mi pecado.Pues yo reconozco mi culpa,
tengo siempre presente mi pecado:
contra ti, contra ti sólo pequé,
cometí la maldad que aborreces.Oh Dios, crea en mí un corazón puro,
renuévame por dentro con espíritu firme;
no me arrojes lejos de tu rostro,
no me quites tu santo espíritu.Devuélveme la alegría de tu salvación,
afiánzame con espíritu generoso.
Señor, me abrirás los labios,
y mi boca proclamará tu alabanza.

Segunda Lectura

Rm 5,12-19: Si creció el pecado, más abundante fue la gracia.

Hermanos:

Lo mismo que por un hombre entró el pecado en el mundo, y por el pecado la muerte, y así la muerte pasó a todos los hombres, por­que todos pecaron.

Porque, aunque antes de la Ley había pecado en el mundo, el pe­cado no se imputaba porque no había Ley. A pesar de eso, la muerte reinó desde Adán hasta Moisés, incluso sobre los que no habían pe­cado con una transgresión como la de Adán, que era figura del que había de venir.

Sin embargo, no hay proporción entre el delito y el don: si por la transgresión de uno murieron todos, mucho más, la gracia otorgada por Dios, el don de la gracia que correspondía a un solo hombre, Je­sucristo, sobró para la multitud.

Y tampoco hay proporción entre la gracia que Dios concede y las consecuencias del pecado de uno: el proceso, a partir de un solo delito, acabó en sentencia condenatoria, mientras la gracia, a partir de una multitud de delitos, acaba en sentencia absolutoria.

Por el delito de un solo hombre comenzó el reinado de la muerte, por culpa de uno solo. Cuanto más ahora, por un solo hombre, Jesucristo, vivirán y reinarán todos los que han recibido un derroche de gracia y el don de la justificación.

En resumen: si el delito de uno trajo la condena a todos, también la justicia de uno traerá la justificación y la vida.

Si por la desobediencia de uno todos se convirtieron en pecadores, así por la obediencia de uno todos se convertirán en justos.

 

o bien, más breve
Rm 5,12.17-19: Si creció el pecado, más abundante fue la gracia.

 

Hermanos:

Lo mismo que por un hombre entró el pecado en el mundo, y por   el pecado la muerte, y así la muerte pasó a todos los hombres, por­   que todos pecaron.

Por el delito de un solo hombre comenzó el reinado de la muerte, por culpa de uno solo. Cuanto más ahora, por un solo hombre, Jesu­cristo, vivirán y reinarán todos los que han recibido un derroche de gracia y el don de la justificación.

En resumen: si el delito de uno trajo la condena a todos, también la justicia de uno traerá la justificación y la vida.

Si por la desobediencia de uno todos se convirtieron en pecadores, así por la obediencia de uno todos se convertirán en justos.

Evangelio

Mt 4,1-11: Jesús ayuna durante cuarenta días y es tentado.

 

En aquel tiempo, Jesús fue llevado al desierto por el Espíritu para ser tentado por el diablo. Y después de ayunar cuarenta días con sus cuarenta noches, al fin sintió hambre.

El tentador se le acercó y le dijo:

-«Si eres Hijo de Dios, di que estas piedras se conviertan en panes. »

Pero él le contestó, diciendo:

-«Está escrito: “No sólo de pan vive el hombre, sino de toda pa­labra que sale de la boca de Dios.”»

Entonces el diablo lo lleva a la ciudad santa, lo pone en el alero del templo y le dice:

-«Si eres Hijo de Dios, tírate abajo, porque está escrito: «Encar­gara a los ángeles que cuiden de ti, y te sostendrán en sus manos, pa­ra que tu pie no tropiece con las piedras. ” »

Jesús le dijo:

-«También está escrito: “No tentarás al Señor, tu Dios.”»

Después el diablo lo lleva a una montaña altísima y, mostrándole los reinos del mundo y su gloria, le dijo:

-«Todo esto te daré, si te postras y me adoras.»

Entonces le dijo Jesús:

-«Vete, Satanás, porque está escrito: “Al Señor, tu Dios, adora­rás y a él solo darás culto.”»

Entonces lo dejó el diablo, y se acercaron los ángeles y le servían.

MARZO 1: LAS TENTACIONES DE JESÚS, MIS TENTACIONES
(Mt 4,1-11)
Por: Nubia Celis, VD

En esta escena, san Mateo nos dice que Jesús fue conducido al desierto, por el Espíritu Santo para ser tentado por el diablo. El relato nos habla de tres tentaciones concretas y de cómo Jesús las fue enfrentando una a una.
El tentador se le acercó y le dijo: “Si eres Hijo de Dios, di que estas piedras se conviertan en panes”. Esta es la tentación del mesianismo fácil y milagrero que satisface cualquier necesidad. Fijémonos cómo el diablo empieza por poner en duda la divinidad de Jesús y le exige un signo inmediato: convertir las piedras en pan.

¿Alguna vez has querido vivir una vida fácil, tan fácil que, no tengas que esforzarte por nada, y que nada más pedirlo, las cosas se te den? Aún más, ¿alguna vez has retado a Dios pidiéndole que te pruebe su amor dándote lo que le pides? “Si en verdad me amas, dame trabajo, haz que todo me vaya bien, dame prosperidad”, “Ya que soy tu fiel discípulo, evítame el sufrimiento y la cruz”. Esa es nuestra tentación: satisfacer nuestros instintos, idealizar modelos de vida exitosos, evadir el sufrimiento y todo lo que suponga sacrificio.

Jesús responde al tentador: “No solo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios” y con ello nos muestra que nuestra primerísima necesidad es estar llenos de su amor, alimentarnos de su Palabra y creer en su providencia; todo lo demás, es pasajero e ilusorio.
Jesús no tiene que hacer demostraciones ni mucho menos complacer las exigencias del tentador para dejar claro que él es el Hijo amado del Padre. Cuentan que San Francisco de Asís se sintió muy abatido y desolado, pues, su comunidad estaba en crisis; entonces, Dios le habló y le dijo: “¿Por qué te turbas, hombrecillo? ¿Acaso te he puesto al frente de mi Orden de tal modo que te olvides que soy yo el que lleva la obra? Por tanto, no te turbes, sino preocúpate de tu salvación, porque, aunque la Orden se redujera a tres hermanos, yo estaría siempre contigo”. Desde entonces, Francisco repetía la frase que sería por mucho tiempo su alimento: “Francisco, Dios existe, y eso basta”.

A la segunda tentación, Jesús responde: “No tentarás al Señor, tu Dios”. El diablo le había dicho: “Tírate abajo, pues está escrito: Encargará a sus ángeles que cuiden de ti, y te sostendrán en sus manos, para que tu pie no tropiece con las piedras”. ¿Imaginas el espectáculo? Jesús sería visto como un superhombre, sería alabado y admirado por sus proezas sobrenaturales; sería visto como alguien indestructible al cual, habría que rendir pleitesía. El orgullo y la vanagloria pueden hacernos grandes a los ojos de los hombres, pero no a los ojos de Dios. Estamos demasiado distraídos en el qué dirán, en la apariencia, los títulos y honores; pero Jesús nos dice: “¿De qué te sirve ganar el mundo entero si pierdes la vida?”

Por último, la tentación del poder: “Todo esto te daré, si te postras y me adoras”. Tremenda pretensión del tentador; ya no le cuestiona sobre su divinidad, sino que le propone ser dios sin su Padre Dios. El poder es una oposición rebelde ante Dios, es pretender echarse el mundo en el bolsillo, poder sobre todo y sobre todos, poseer sin medida. Adorar a las criaturas, a las cosas o a sí mismo es diabólico, nos separa de Dios. El poder desmedido solo causa sufrimiento e injusticia. Solo la oración nos libra de caer en la tentación, pues sin Dios no somos nada ni podemos nada; por eso, él nos insiste: “Permanece en mi amor” (Jn 15,7-9). Jesús venció la tentación, nos abrió el camino, vivió lo que cada uno de nosotros estamos llamados a vivir ¿Estás dispuesto? Al Señor, tu Dios, adorarás, solo a él darás culto.