Ermita del Salvador
- 19:30 Rosario
- 20:00 Misa
Primera lectura
Salmo
«¡Qué desgraciado soy!»
Yo decía en mi apuro:
«Los hombres son unos mentirosos.»¿Cómo pagaré al Señor
todo el bien que me ha hecho?
Alzaré la copa de la salvación,
invocando su nombre.
Cumpliré al Señor mis votos
en presencia de todo el pueblo.
Mucho le cuesta al Señor
la muerte de sus fieles.
Señor, yo soy tu siervo,
siervo tuyo, hijo de tu esclava:
rompiste mis cadenas.
Te ofreceré un sacrificio de alabanza,
invocando tu nombre, Señor.
Cumpliré al Señor mis votos
en presencia de todo el pueblo,
en el atrio de la casa del Señor,
en medio de ti, Jerusalén.
Evangelio
«Habéis oído que se dijo: ‘No cometerás adulterio.’
Pues yo os digo: Todo el que mira a una mujer deseándola, ya cometió adulterio con ella en su corazón.
Si, pues, tu ojo derecho te es ocasión de pecado, sácatelo y arrójalo de ti; más te conviene que se pierda uno de tus miembros, que no que todo tu cuerpo sea arrojado a la gehenna.
Y si tu mano derecha te es ocasión de pecado, córtatela y arrójala de ti; más te conviene que se pierda uno de tus miembros, que no que todo tu cuerpo vaya a la gehenna.
«También se dijo: ‘El que repudie a su mujer, que le dé acta de divorcio.’
Pues yo os digo: Todo el que repudia a su mujer, excepto el caso de fornicación, la hace ser adúltera; y el que se case con una repudiada, comete adulterio.
EN EL SAGRADO CORAZÓN, HALLAREMOS LA MÁS FIRME ESPERANZA
Cuando dedicamos un tiempo real a reflexionar sobre el tiempo y la eternidad, finalmente solemos llegar a la conclusión de lo fugaz que es nuestro paso por esta tierra. Las esperanzas e ilusiones pasajeras de este mundo pasan sin pena ni tristeza. Realmente hay muy pocas cosas que al final quedan en pie.
Y sin embargo el corazón humano necesita algo firme y permanente a que arrimarse. Todo se pasa, dijo Santa Teresa de Jesús, todo se pasa, es verdad; pero Dios no se muda. He aquí, el centro neurálgico, el punto de apoyo en que podemos colocar nuestras esperanzas. Es ahí donde lo encontramos todos aquellos que buscamos una seguridad profunda en nuestra vida.
Jesús, sólo Tú permaneces eternamente como faro de luz y norte resplandeciente para el corazón que te ama. ¡Que me falte todo Señor, pero que no me faltes Tú! ¡En Ti pongo mi esperanza, y no seré nunca defraudado!
Medita unos minutos.
A veces los hombres nos parecemos a una hoja seca que el viento arremolina y agita, buscando la dicha en todo, y nos damos cuenta que no la encontramos.
¡Fíjate aquí y detente! Ahonda aquí tus raíces, en el amor de tu buen Jesús, único que puede calmar tu amoroso anhelo, único que no defraudará tus esperanzas. Pobre barquillo, siempre llevado para acá y allá por las olas, y siempre con el abismo bajo los pies temiendo el naufragio. Echa aquí tus anclas si quieres hallar puerto seguro, donde puedas reposar y rehacerte de las fatigas de tu navegación. ¡Paloma cansada de volar por todas partes, sin hallar donde fijar los pies! Entra por la apertura de esa Arca, que te espera para ofrecerte asilo seguro contra todas las borrascas.
¡Corazón de Jesús! Se todo para mí, ya que de Ti lo espera todo mi corazón.
¿Qué puede esperar quien pone sus esperanzas en el polvo y en la nada?
¡Qué descanso más tranquilo alcanza el que todo lo espera de Ti y nada fuera de Ti!
Hoy antes de irte a dormir, analiza cuáles son las seguridades reales de tu vida, y si el Señor está entre ellas.
¡Sagrado Corazón de Jesús, en Vos confío!