San Bernabé

Ermita del Salvador

  • 19:30 Rosario
  • 20:00 Misa

Primera lectura

Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles (11,21b-26;13,1-3):

En aquellos días, gran número creyó y se convirtió al Señor. Llegó noticia a la Iglesia de Jerusalén, y enviaron a Bernabé a Antioquía; al llegar y ver la acción de la gracia de Dios, se alegró mucho, y exhortó a todos a seguir unidos al Señor con todo empeño; como era hombre de bien, lleno de Espíritu Santo y de fe, una multitud considerable se adhirió al Señor. Más tarde, salió para Tarso, en busca de Saulo; lo encontró y se lo llevó a Antioquía. Durante un año fueron huéspedes de aquella Iglesia e instruyeron a muchos. Fue en Antioquía donde por primera vez llamaron a los discípulos cristianos. En la Iglesia de Antioquia había profetas y maestros: Bernabé, Simeón, apodado el Moreno, Lucio el Cireneo, Manahén, hermano de leche del virrey Herodes, y Saulo.
Un día que ayunaban y daban culto al Señor, dijo el Espíritu Santo: «Apartadme a Bernabé y a Saulo para la misión a que los he llamado.» Volvieron a ayunar y a orar, les impusieron las manos y los despidieron.

Palabra de Dios

Salmo

Sal 97,1.2-3ab.3c-4.5-6

R/. El Señor revela a las naciones su justicia

Cantad al Señor un cántico nuevo,
porque ha hecho maravillas:
su diestra le ha dado la victoria,
su santo brazo. R/.

El Señor da a conocer su victoria,
revela a las naciones su justicia:
se acordó de su misericordia y su fidelidad
en favor de la casa de Israel. R/.

Los confines de la tierra han contemplado
la victoria de nuestro Dios.
Aclama al Señor, tierra entera;
gritad, vitoread, tocad. R/.

Tañed la citara para el Señor,
suenen los instrumentos:
con clarines y al son de trompetas,
aclamad al Rey y Señor. R/.

Evangelio

Lectura del santo evangelio según san Mateo (10,7-13)

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus apóstoles: «ld y proclamad que el reino de los cielos está cerca. Curad enfermos, resucitad muertos, limpiad leprosos, echad demonios. Lo que habéis recibido gratis, dadlo gratis. No llevéis en la faja oro, plata ni calderilla; ni tampoco alforja para el camino, ni túnica de repuesto, ni sandalias, ni bastón; bien merece el obrero su sustento. Cuando entréis en un pueblo o aldea, averiguad quién hay allí de confianza y quedaos en su casa hasta que os vayáis. Al entrar en una casa, saludad; si la casa se lo merece, la paz que le deseáis vendrá a ella. Si no se lo merece, la paz volverá a vosotros.»

Palabra del Señor

EN EL SAGRADO CORAZÓN, HALLAREMOS AL AMIGO FIEL

La amistad es una de las más grandes inquietudes del corazón humano e implica siempre exigencias, satisfacción, decepción, motivación, lágrimas, alegría … Nuestro corazón necesita comunicarse con otros, en sus alegrías como en sus tristezas. Esta comunicación afectuosa se llama amistad.

¿Quieres una amistad auténtica y profunda? Ten por amigo al Sagrado Corazón de Jesús. A ningún otro corazón podemos arrimarnos con mayor seguridad de ser correspondidos. Es un amigo que no abandona. La amistad del Corazón de Jesús es firme para los que le aman, hasta la muerte y más allá de la muerte. Él velará como fiel amigo junto a tu lecho de muerte, y será tu fiador en presencia del Supremo Juez. Busquemos esta amistad única, que no puede resultar mentirosa.
¡Jesús, admíteme en el número de los amigos de tu Corazón!

Medita unos minutos.

Has tenido y tienes muchos amigos en este mundo, o por lo menos así los consideras. A veces nos cuestionamos de verdad sobre la autenticidad de esa amistad. Sobre la del Corazón de Jesús, no hay ninguna duda.

Seguramente hemos experimentado que algunos amigos del mundo encubren a veces, bajo halagüeñas palabras, la frialdad o quizás los intereses particulares. Son inconstantes, cambiantes o egoístas. Las amistades más fieles de este mundo tampoco pueden resistir la separación forzosa que impone la muerte. ¿Quién fiará su corazón en lo más profundo a algo que pasa? Esto nos recuerda a lo que decía San Francisco de Borja: «Ya nunca más me dedicaré a servir a jefes que se me van a morir».

No así, Tú, Jesús, amor mío, amigo mío; y no obstante, ¡cuán pocos somos tus amigos! ¡Vemos los centros comerciales tan concurridos a todas horas, y Tú apenas encuentras a alguien alrededor del Sagrario que te haga amorosa compañía!
Quiero ser de estos pocos, ¡Jesús!, para hacerme digno así de tu amistad. Quiero darte frecuente conversación, ya que una de tus mayores ilusiones es tenerlas con nuestras almas. ¡Jesús, mi Dios, mi amigo! Seamos los dos amigos para siempre, y no se acabe nunca, ni con la vida.

Dedícale hoy a tu Amigo Jesús, 5 minutos, donde sólo estés con Él y le cuentes cómo ha ido tu día

¡Sagrado Corazón de Jesús, en Vos confío!