VI Domingo de Pascua

Templo de las Carmelitas

  • 10:30 Misa
  • 20:30 Misa. Sufragio Margarita Álvarez Dauden, Teresa Mendoza Rubio

Ermita de Campolivar

  • 11:30 Misa. Sufr. Mercedes Reig Vicente y Carmen Lorente Ferrándiz.

Ermita del Salvador

  • 12:30 Misa.

Primera lectura

Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles (15,1-2.22-29):

En aquellos días, unos que bajaron de Judea se pusieron a enseñar a los hermanos que, si no se circuncidaban conforme a la tradición de Moisés, no podían salvarse. Esto provocó un altercado y una violenta discusión con Pablo y Bernabé; y se decidió que Pablo, Bernabé y algunos más subieran a Jerusalén a consultar a los apóstoles y presbíteros sobre la controversia. Los apóstoles y los presbíteros con toda la Iglesia acordaron entonces elegir algunos de ellos y mandarlos a Antioquía con Pablo y Bernabé.
Eligieron a Judas Barsabá y a Silas, miembros eminentes entre los hermanos, y les entregaron esta carta: «Los apóstoles y los presbíteros hermanos saludan a los hermanos de Antioquía, Siria y Cilicia convertidos del paganismo. Nos hemos enterado de que algunos de aquí, sin encargo nuestro, os han alarmado e inquietado con sus palabras.
Hemos decidido, por unanimidad, elegir algunos y enviároslos con nuestros queridos Bernabé y Pablo, que han dedicado su vida a la causa de nuestro Señor Jesucristo. En vista de esto, mandamos a Silas y a Judas, que os referirán de palabra lo que sigue: Hemos decidido, el Espíritu Santo y nosotros, no imponeros más cargas que las indispensables: que os abstengáis de carne sacrificada a los ídolos, de sangre, de animales estrangulados y de la fornicación. Haréis bien en apartaros de todo esto. Salud.»

Palabra de Dios

Salmo

Sal 66,2-3.5.6.8

R/. Oh Dios, que te alaben los pueblos, que todos los pueblos te alaben

El Señor tenga piedad y nos bendiga,
ilumine su rostro sobre nosotros;
conozca la tierra tus caminos,
todos los pueblos tu salvación. R/.

Que canten de alegría las naciones,
porque riges el mundo con justicia,
riges los pueblos con rectitud
y gobiernas las naciones de la tierra. R/.

Oh Dios, que te alaben los pueblos,
que todos los pueblos te alaben.
Que Dios nos bendiga;
que le teman hasta los confines del orbe. R/.

Segunda lectura

Lectura del libro del Apocalipsis (21,10-14.21-23):

El ángel me transportó en éxtasis a un monte altísimo, y me enseñó la ciudad santa, Jerusalén, que bajaba del cielo, enviada por Dios, trayendo la gloria de Dios. Brillaba como una piedra preciosa, como jaspe traslúcido. Tenía una muralla grande y alta y doce puertas custodiadas por doce ángeles, con doce nombres grabados: los nombres de las tribus de Israel. A oriente tres puertas, al norte tres puertas, al sur tres puertas, y a occidente tres puertas. La muralla tenía doce basamentos que llevaban doce nombres: los nombres de los apóstoles del Cordero. Santuario no vi ninguno, porque es su santuario el Señor Dios todopoderoso y el Cordero. La ciudad no necesita sol ni luna que la alumbre, porque la gloria de Dios la ilumina y su lámpara es el Cordero.

Palabra de Dios

Evangelio

Lectura del santo evangelio según san Juan 14,23-29):

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «El que me ama guardará mi palabra, y mi Padre lo amará, y vendremos a él y haremos morada en él. El que no me ama no guardará mis palabras. Y la palabra que estáis oyendo no es mía, sino del Padre que me envió. Os he hablado de esto ahora que estoy a vuestro lado, pero el Defensor, el Espíritu Santo, que enviará el Padre en mi nombre, será quien os lo enseñe todo y os vaya recordando todo lo que os he dicho. La paz os dejo, mi paz os doy; no os la doy yo como la da el mundo. Que no tiemble vuestro corazón ni se acobarde. Me habéis oído decir: “Me voy y vuelvo a vuestro lado.” Si me amarais, os alegraríais de que vaya al Padre, porque el Padre es más que yo. Os lo he dicho ahora, antes de que suceda, para que cuando suceda, sigáis creyendo.»

Palabra del Señor

Reflexión

De catholic.net
Amor y paz. Son estos los dos núcleos del pasaje de hoy. Uno conduce al otro. Amor. Todavía está en nuestro corazón el recuerdo de la Semana Santa, en que una vez más acompañamos a Jesús en el momento en que presentó, ante el Padre, su espíritu por amor. Aún resuena en nuestros oídos aquel momento en que nos aseguró que nadie tenía mayor amor que el que daba la vida por sus amigos, y lo hemos visto precisamente entregarse por nosotros.

Hagamos una primera pausa. Preguntémonos: ¿sigo sintiendo ese amor?, ¿sigo dejándome amar por Él?, ¿o la rutina de la vida ha ido apagando su llama? Ahora, miremos al futuro cercano. En pocos días celebraremos Pentecostés, la venida del Espíritu Santo sobre la Virgen María y los apóstoles. Jesús les hizo saber, antes de su muerte, que estas cosas pasarían. Hoy nos las recuerda para que no perdamos de vista el horizonte.

Paz. Viene el Espíritu Santo. El don que nos trae es la paz, la misma que Jesús prometió dejarnos. Mas no es la paz según el criterio del mundo. Muchas veces podemos preguntarnos dónde es que se encuentra, si aún hay guerra y dolor. Se nos olvida que la crueldad puede muy bien provenir del corazón del hombre, mientras que la paz sólo puede llegar de fuera del hombre. ¿Cómo es esta paz que Jesús da?

Ciertamente, no es sinónimo de que nada malo sucede, como si todos nuestros problemas se acabasen con tan sólo acogerla. No. Es una paz que tiene sabor de eternidad y, por tanto, exige responsabilidad. Es, en una palabra, la paz de saber que, incluso en medio de las mayores dificultades, la victoria ya ha sido ganada, ya somos hijos de Dios, y ya nos aguarda la vida eterna. Amor y paz. Sí, amor que nos viene de Dios y nos prepara para recibir la paz, que también viene de Él. Así pues, que no tiemble nuestro corazón; antes bien, que siga creyendo en el Amor y esperando en la paz del Señor.

«Cada nuevo día en la vida de nuestras familias y cada nueva generación trae consigo la promesa de un nuevo Pentecostés, un Pentecostés doméstico, una nueva efusión del Espíritu, el Paráclito, que Jesús nos envía como nuestro Abogado, nuestro Consolador y quien verdaderamente nos da valentía. Cuánta necesidad tiene el mundo de este aliento que es don y promesa de Dios.»
(Homilía de S.S. Francisco, 26 de agosto de 2018).