Sábado de la II semana de Pascua

Ermita del Salvador

  • 18:00 Catequesis de Confirmación
  • 19:00 Adoración al Santísimo

Ermita de Campolivar

  • 19:00 Misa del III Domingo de Pascua

Templo de las Carmelitas

  • 20:00 Misa del III Domingo de Pascua

Primera lectura

Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles (6,1-7):

En aquellos días, al crecer el número de los discípulos, los de lengua griega se quejaron contra los de lengua hebrea, porque en el servicio diario no se atendía a sus viudas.
Los Doce, convocando a la asamblea de los discípulos, dijeron:
«No nos parece bien descuidar la palabra de Dios para ocuparnos del servicio de las mesas. Por tanto, hermanos, escoged a siete de vosotros, hombres de buena fama, llenos de espíritu y de sabiduría, y los encargaremos de esta tarea; nosotros nos dedicaremos a la oración y al servicio de la palabra».
La propuesta les pareció bien a todos y eligieron a Esteban, hombre lleno de fe y de Espíritu Santo; a Felipe, Prócoro, Nicanor, Timón, Parmenas y Nicolás, prosélito de Antioquía. Se los presentaron a los apóstoles y ellos les impusieron las manos orando.
La palabra de Dios iba creciendo y en Jerusalén se multiplicaba el número de discípulos; incluso muchos sacerdotes aceptaban la fe.

Palabra de Dios

Salmo

Sal 32,1-2.4-5.18-19

R/. Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros, como lo esperamos de ti

Aclamad, justos, al Señor,
que merece la alabanza de los buenos.
Dad gracias al Señor con la cítara,
tocad en su honor el arpa de diez cuerdas. R/.

La palabra del Señor es sincera,
y todas sus acciones son leales;
él ama la justicia y el derecho,
y su misericordia llena la tierra. R/.

Los ojos del Señor están puestos en quien lo teme,
en los que esperan su misericordia,
para librar sus vidas de la muerte
y reanimarlos en tiempo de hambre. R/.

Evangelio

Lectura del santo evangelio según san Juan (6,16-21):

AL oscurecer, los discípulos de Jesús bajaron al mar, embarcaron y empezaron la travesía hacia Cafarnaún. Era ya noche cerrada, y todavía Jesús no los había alcanzado; soplaba un viento fuerte, y el lago se iba encrespando. Habían remado unos veinticinco o treinta estadios, cuando vieron a Jesús que se acercaba a la barca, caminando sobre el mar, y se asustaron.
Pero él les dijo:
«Soy yo, no temáis».
Querían recogerlo a bordo, pero la barca tocó tierra en seguida, en el sitio adonde iban.

Palabra del Señor

Comentario al Evangelio

www.ciudadredonda.org

Fredy Cabrera, cmf

Apreciados hermanos y hermanas:

La comunidad del resucitado movida por el Espíritu se encuentra en constante actividad evangelizadora pero necesitan discernir y priorizar. La labor hacia los empobrecidos demanda la creación de nuevos ministerios y servicios que no admiten demora.

Así nos ha tenido el papa Francisco, en constante discernimiento, buscando orientar el papel de la Iglesia en el mundo de hoy: mayor protagonismo de los laicos; el cuidado de la creación; la misión de la familia; la alegría de ser cristiano; vocaciones y juventud; y otros temas, que le han pedido sean abordados, como el delicado tema del abuso a menores o el polémico tema del diaconado femenino. No es posible que la Iglesia permanezca inerte, sin revisarse a sí misma. Durante muchos años la ha acompañado una especie de orgullo e hipocresía institucional que le ha hecho perder la capacidad de transmitir la alegría del Evangelio.

Necesitamos, con buenas dosis de humildad, reconocer los errores cometidos y poder así enmendarlos. Toca dedicar tiempo y recursos (ante todo, recurso humano) para dar respuesta a los grandes desafíos de una Iglesia llamada a «ser luz y fermento».

Jesús dice a los discípulos que bregaban en el lago encrespado: «no tengan miedo», llamándoles a esa fe que les permita avanzar y no retroceder. Con esta convicción necesitamos seguir abriendo las puertas y ventanas de esta nuestra «Iglesia Misionera» para, posibilitar sin temor, la renovación de sus estructuras.

Discípulos y discípulas del Reino, proclamado por Jesús, avanzamos venciendo las tentaciones del conformismo y del acomodamiento, luchando contra «la mundanidad espiritual» que no permite vivir con mayor radicalidad evangélica: «Esta mundanidad asfixiante se sana tomándole el gusto al aire puro del Espíritu Santo, que nos libera de estar centrados en nosotros mismos, escondidos en una apariencia religiosa vacía de Dios. ¡No nos dejemos robar el Evangelio! (EG 97).

Pide en tu oración personal por la Iglesia y su constante renovación.

Fredy Cabrera
Misionero Claretiano