Miércoles de la VI semana de Pascua

Ermita del Salvador

  • 19:30 Rosario
  • 20:00 Misa

Primera lectura

Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles (17,15.22–18,1):

EN aquellos días, los que conducían a Pablo lo llevaron hasta Atenas, y se volvieron con el encargo de que Silas y Timoteo se reuniesen con él cuánto antes.
Pablo, de pie en medio del Areópago, dijo:
«Atenienses, veo que sois en todo extremadamente religiosos. Porque, paseando y contemplando vuestros monumentos sagrados, encontré incluso un altar con esta inscripción: “Al Dios desconocido”.
Pues eso que veneráis sin conocerlo os lo anuncio yo. “El Dios que hizo el mundo y todo lo que contiene”, siendo como es Señor de cielo y tierra, no habita en templos construidos por manos humanas, ni lo sirven manos humanas, como si necesitara de alguien, él que a todos da la vida y el aliento, y todo.
De uno solo creó el género humano para que habitara la tierra entera, determinando fijamente los tiempos y las fronteras de los lugares que habían de habitar, con el fin de que lo buscasen a él, a ver si, al menos a tientas, lo encontraban; aunque no está lejos de ninguno de nosotros, pues en él vivimos, nos movemos y existimos; así lo han dicho incluso algunos de vuestros poetas: “Somos estirpe suya”.
Por tanto, si somos estirpe de Dios, no debemos pensar que la divinidad se parezca a imágenes de oro o de plata o de piedra, esculpidas por la destreza y la fantasía de un hombre. Así pues, pasando por alto aquellos tiempos de ignorancia, Dios anuncia ahora en todas partes a todos los humanos que se conviertan. Porque tiene señalado un día en que juzgará el universo con justicia, por medio del hombre a quien él ha designado; y ha dado a todos la garantía de esto, resucitándolo de entre los muertos».
Al oír «resurrección de entre los muertos», unos lo tomaban a broma, otros dijeron:
«De esto te oiremos hablar en otra ocasión».
Así salió Pablo de en medio de ellos. Algunos se le juntaron y creyeron, entre ellos Dionisio el areopagita, una mujer llamada Dámaris y algunos más con ellos.
Después de esto, dejó Atenas y se fue a Corinto.

Palabra de Dios

Salmo

Sal 148,1-2.11-12.13.14

R/. Llenos están el cielo y la tierra de tu gloria

Alabad al Señor en el cielo,
alabad al Señor en lo alto.
Alabadlo todos sus ángeles;
alabadlo todos sus ejércitos. R/.

Reyes del orbe y todos los pueblos,
príncipes y jueces del mundo,
los jóvenes y también las doncellas,
los ancianos junto con los niños. R/.

Alaben el nombre del Señor,
el único nombre sublime.
Su majestad sobre el cielo y la tierra. R/.

Él acrece el vigor de su pueblo.
Alabanza de todos sus fieles,
de Israel, su pueblo escogido. R/.

Evangelio

Lectura del santo evangelio según san Juan (16,12-15):

EN aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Muchas cosas me quedan por deciros, pero no podéis cargar con ellas por ahora; cuando venga él, el Espíritu de la verdad, os guiará hasta la verdad plena. Pues no hablará por cuenta propia, sino que hablará de lo que oye y os comunicará lo que está por venir.
Él me glorificará, porque recibirá de lo mío y os lo anunciará.
Todo lo que tiene el Padre es mío. Por eso os he dicho que recibirá y tomará de lo mío y os lo anunciará».

Palabra del Señor

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio

De catholic.net

1. El Espíritu de la Verdad nos guiará hasta la verdad plena.
Cristo dice a sus discípulos que le quedan muchas cosas por decirles. ¿Cuáles son esas cosas que el Señor no nos ha dicho? ¿Por qué tenemos que esperar a que venga alguien más para poder conocerlas?

No nos asustemos, no se trata de cosas misteriosas y escatológicas, como el día del juicio final o algo parecido, no. La venida del Espíritu Santo es, sobre todo, la venida de un guía, un consejero. Dios mismo viene en nuestro auxilio para ayudarnos en esos momentos de indecisión en los que no sabemos cuál es la decisión más correcta. El Espíritu Santo nos guiará hasta la verdad plena puesto que Él nos mostrará la voluntad del Padre para nuestras vidas; ésta es la verdad que nos viene a comunicar, la verdad de vivir el día a día de cara a Dios, buscando ser sus hijos fieles.

2. ¿Cómo sé que la voz que escucho es la del Espíritu Santo y no otra?
Dios no se contradice. Las luces y consejos del Espíritu Santo están basadas en lo que Cristo ya nos ha dicho, basta leer el Evangelio y asegurarnos que aquello que creemos es una moción del Espíritu Santo, no contradiga lo que está escrito. «Todo lo que tiene el Padre es mío. Por eso os he dicho que toma de lo mío y os lo anunciará.»

Además, estas mociones vienen acompañadas por una sensación de seguridad, paz y confianza. Si algo nos perturba y nos hace sentir que no hemos tomado una buena decisión, seguro no viene de Dios.

«Los que son generados por Dios son capaces de vencer al mundo, en la lucha de todos los días contra el espíritu del mundo, que es “mentiroso”, es un espíritu de apariencias, sin consistencia. El Espíritu de Dios es verdadero. El espíritu del mundo es el espíritu de la vanidad, de las cosas que no tienen fuerza, que no tienen fundamento y que caerán. Como los dulces que se ofrecen en Carnaval, las crepes – llamadas en dialecto “las mentiras”- no son consistentes, sino llenas de aire, así es el espíritu del mundo: lleno de aire y engaña porque es hijo del padre de la mentira.»
(Homilía de S.S. Francisco, 10 de enero de 2019, en santa Marta).

Memoria agradecida de Pablo VI (Cardenal Arzobispo Antonio Cañizares, La Razón)

El día 6 de 1978, fiesta de Transfiguración del Señor, o Día del Salvador, como en algunos lugares se festeja, fallecía en Castelgandolfo el Papa Pablo VI, ya Beato, y pronto, en octubre, será canonizado santo. Un Papa a quien tanto la Iglesia como la humanidad debe muchísimo. El Papa del Concilio en el que participó como Padre Conciliar, y como Papa correspondió clausurar y aplicar en sus primeros pasos. Un Papa grande y audaz, testigo valiente del Evangelio, que nos confirmó en la fe y en la caridad, en momentos decisivos para Iglesia y el mundo. Falleció en un día muy significativo, un domingo y, además, fi esta de la Transfiguración del Señor, y, de alguna manera, la «transfiguración» del propio Papa Montini; un papa y un hombre sobre todo de fe, y «mártir» de la fe y de la verdad, que tanto quiso a la Iglesia y que tanto sufrió por todos.

Quiso que su vida «fuese un testimonio de la verdad para imitar así a Jesucristo». Fue el Papa del Concilio convocado e iniciado por el Papa «Bueno», San Juan XXIII, para promover la gran renovación de la Iglesia, entablar el diálogo sincero y constructivo con el pensamiento contemporáneo, con otras religiones y suscitar un gran dinamismo para que la Iglesia hiciese presente en el mundo a Jesucristo. A él le cupo la difícil tarea de impulsar el Concilio y ponerlo fielmente en práctica, por eso es el Papa de la renovación litúrgica conciliar, y el Papa de la fe, de la unidad y del diálogo, de la nueva evangelización del mundo contemporáneo.En la última fi esta de San Pedro, presintiendo quizá el momento de su partida, nos dejó con estas palabras el sello de su pontificado: «He aquí el propósito incansable, vigilante, que nos ha movido durante estos quince años de pontificado. «Fidem servavi» («guardé la fe»), podemos decir hoy, con la humildad y firme conciencia de no haber traicionado nunca la santa verdad. Recordemos, como confirmación de este convencimiento y para confortar nuestro espíritu que continuamente se prepara para el encuentro con el Justo Juez, algunos documentos del pontificado, que han querido señalar las etapas de este nuestro sufrido ministerio de amor y servicio a la fe y a la disciplina», legando un magisterio rico y clave.Entre los documentos de pontificado, «Ecclesiam suam» (agosto del 64), su primera Encíclica programática, la del diálogo y el encuentro; «Mysterium fi dei», sobre el misterio eucarístico, centro y clave de la Iglesia (en octubre del 65, última etapa del Concilio); «Christi Matri» (15 de septiembre del 66), breve y desconocida carta, en la que se ordenan súplicas a la Santísima Virgen ante una situación extremadamente delicada del mundo; «Populorum progressio» (marzo del 67), con la que iluminó el desarrollo de los pueblos; «Sacerdotalis Coelibatus » (en junio del 67), «Evangelica testifi catio» (junio del 71), sobre la vida consagrada; «Paterna cum benevolencia» (diciembre del 74), para orientar el Año Jubilar de la Reconciliación; «Gaudete in Domino» (mayo del 75), bellísima sobre la verdad de la alegría admirable que caracteriza el ser cristiano; «Evan- gelii Nuntiandi», (diciembre del 75), Exhortación Apostólica postsinodal sobre la evangelización del mundo contemporáneo, «dicha e identidad más profunda de la Iglesia», de tan benéficas repercusiones; y «Humanae Vitae» (25 de julio de 1968), verdaderamente profética, en la que se subrayan los fuertes vínculos existentes entre la ética de la vida y la ética social en el matrimonio y la familia, y el «Credo del Pueblo de Dios» (1968), que bien podría resumir su pontificado y que debiera alumbrarnos en nuestros días.El Papa Pablo VI fue un «pastor conforme al corazón de Dios». Necesitamos conocer más y mejor a este Papa, «manso y humilde corazón», que estuvo para servir y dar su vida por todos. Se le conoce quizá poco, sobre todo en España, y sin embargo, es tan actual y vivo su magisterio, tan luminosa su palabra y tan ejemplar su vida en favor de la paz, del desarrollo y progreso de los pueblos, de la familia, tan fundamental cuanto dijo e hizo, que es ejemplo para superar la secularización tan lacerante que padecemos. Si tal conocimiento fuese mayor y mayor también la identificación con su persona y su legado estoy seguro que la Iglesia en nuestros días y el mundo de hoy se verían altamente favorecidos y mejorados. Fue un profeta en muchas cosas, por ejemplo, en la visión que nos proporcionó en su encíclica «Humanae Vitae» tan necesaria en nuestros días y de tan largo alcance para el futuro de los hombres, tan decisiva para comprender la verdad, la grandeza y la belleza del matrimonio, del amor y la sexualidad, aunque esta encíclica sea recibida muy a contracorriente o rechazada por el espíritu hodierno de tantos poderes mundanos; esta encíclica profética ha marcado una etapa nueva y esperanzadora sobre la vida y su transmisión, y en ella «se subrayan los fuertes vínculos existentes entre la ética de la vida y la ética social» (Benedicto XVI). Por eso resulta tan necesario su recuerdo y aprender de él.

Biografía de Pablo VI

De catholic.net

Hijo de un abogado y de una piadosa mujer, Giovanni Battista Montini nació en Concesio, cerca de Brescia, el 26 de septiembre de 1897. Desde pequeño Giovanni se caracterizó por una gran timidez, así como por un gran amor al estudio.

Acogiendo el llamado sacerdotal, Giovanni ingresó a los 19 años al Seminario de Brescia. Ordenado sacerdote del Señor el 29 de mayo de 1920, cuando tenía cumplidos 23 años, se dirigió a Roma para perfeccionar allí sus estudios teológicos.

Allí mismo realizó estudios también en la academia pontificia de estudios diplomáticos y en 1922 ingresó al servicio papal como miembro de la Secretaría de Estado. En mayo de 1923 se le nombró secretario del Nuncio en Varsovia, cargo que por su frágil salud tuvo que abandonar a finales del mismo año. De vuelta en Roma, y trabajando nuevamente en la Secretaría de Estado de la Santa Sede, el padre Montini dedicó gran parte de sus esfuerzos apostólicos al movimiento italiano de estudiantes católicos (1924-1933), ejerciendo allí una importante labor pastoral. En 1931, a sus 32 años, le era asignada la cátedra de Historia Diplomática en la Academia Diplomática.

En 1937 fue nombrado asistente del Cardenal Pacelli, quien por entonces se desempeñaba como Secretario de Estado. En este puesto de servicio Monseñor Montini prestaría un valioso apoyo en la ayuda que la Santa Sede brindó a numerosos refugiados y presos de guerra.

En 1944, ya bajo el pontificado de S.S. Pío XII, fue nombrado director de asuntos eclesiásticos internos, y ocho años más tarde, Pro-secretario de Estado.

En 1954, el Papa Pío XII lo nombró Arzobispo de Milán. El nuevo Arzobispo habría de enfrentar muchos retos, siendo el más delicado de todos el problema social. Entregándose con gran energía al cuidado de la grey que se le confiaba, desarrolló un plan pastoral que tendría como puntos centrales la preocupación por los problemas sociales, el acercamiento de los trabajadores industriales a la Iglesia, y la renovación de la vida litúrgica. Por el respeto y la confianza que supo ganarse por parte de la inmensa multitud de obreros, Montini sería conocido como el “Arzobispo de los obreros”.

En diciembre de 1958 fue creado Cardenal por S.S. Juan XXIII quien, al mismo tiempo, le otorgó un importante rol en la preparación del Concilio Vaticano II al nombrarlo su asistente. Durante estos años previos al Concilio, el Cardenal Montini realizó algunos viajes importantes: Estados Unidos (1960); Dublín (1961); África (1962).

II. Su pontificado

El Cardenal Montini contaba con 66 años cuando fue elegido como sucesor del Pontífice Juan XXIII, el 21 de junio de 1963, tomando el nombre de Pablo VI. Tres días antes de su coronación, realizada el 30 de junio, el nuevo Papa daba a conocer a todos el programa de su pontificado: su primer y principal esfuerzo se orientaba a la culminación y puesta en marcha del gran Concilio, convocado e inaugurado por su predecesor. Además de esto, el anuncio universal del Evangelio, el trabajo en favor de la unidad de los cristianos y del diálogo con los no creyentes, la paz y solidaridad en el orden social —esta vez a escala mundial—, merecerían su especial preocupación pastoral.

El Papa Pablo VI y el Concilio Vaticano II

El pontificado de Pablo VI está profundamente vinculado al Concilio, tanto en su desarrollo como en la inmediata aplicación. En su primera encíclica, la “programática” Ecclesiam suam, publicada en 1966 al finalizar la segunda sesión del Concilio, planteaba que eran tres los caminos por los que el Espíritu le impulsaba a conducir a la Iglesia, respondiendo a los “vientos de renovación” que desplegaban las amplias velas de la barca de Pedro. Decía él mismo el día anterior a la publicación de su encíclica Ecclesiam suam: El primer camino «es espiritual; se refiere a la conciencia que la Iglesia debe tener y fomentar de sí misma. El segundo es moral; se refiere a la renovación ascética, práctica, canónica, que la Iglesia necesita para conformarse a la conciencia mencionada, para ser pura, santa, fuerte, auténtica. Y el tercer camino es apostólico; lo hemos designado con términos hoy en boga: el diálogo; es decir, se refiere este camino al modo, al arte, al estilo que la Iglesia debe infundir en su actividad ministerial en el concierto disonante, voluble y complejo del mundo contemporáneo. Conciencia, renovación, diálogo, son los caminos que hoy se abren ante la Iglesia viva y que forman los tres capítulos de la encíclica».

Cronología del Concilio bajo su pontificado

El 29 de setiembre de 1963 se abre la segunda sesión del Concilio. S.S. Pablo VI la clausura el 4 de diciembre con la promulgación de la Constitución sobre la Sagrada Liturgia.

En enero de 1964 (4-6), S.S. Pablo VI realiza un viaje sin precedentes a Tierra Santa, en donde se da un histórico encuentro con Atenágoras I, Patriarca de Jerusalén.

El 6 de agosto de 1964, S.S. Pablo VI publica su encíclica programática Ecclesiam suam.

La tercera sesión conciliar duraría del 14 de setiembre hasta el 21 de noviembre de 1964. Se clausuraba con la promulgación de la Constitución sobre la Iglesia. En aquella ocasión proclamó a María como Madre de la Iglesia.

Entre la tercera y cuarta sesión del Concilio (diciembre 1964), S.S. Pablo VI viaja a Bombay, para participar en un Congreso Eucarístico Internacional.

El 4 de octubre, durante la cuarta y última sesión del Concilio, viaja a Nueva York a la sede de la ONU, para hacer un histórico llamado a la paz mundial ante los representantes de todas las naciones.

El 7 de diciembre de 1965, un día antes de finalizar el gran Concilio, el Papa Pablo VI y el Patriarca Atenágoras I hacen una declaración conjunta por la que deploraban y se levantaban los mutuos anatemas —pronunciados por representantes de la Iglesia Oriental y Occidental en Constantinopla en 1054, y que marcaban el momento culminante del cisma entre las Iglesias de oriente y la de occidente—.

El 8 de diciembre de 1965 confirmaba solemnemente todos los decretos del Concilio, y proclamaba un jubileo extraordinario, el 1 de enero al 29 de mayo de 1966, para la reflexión y renovación de toda la Iglesia a la luz de las grandes enseñanzas conciliares.

La aplicación del Concilio: la época post-conciliar

Culminado el gran Concilio abierto al tercer milenio, se iniciaba el difícil periodo de su aplicación. Ello exigía un hombre de mucha fortaleza interior, con un espíritu hondamente cimentado en el Señor; hombre de profunda oración para discernir, a la luz del Espíritu los caminos seguros por donde conducir al Pueblo de Dios en medio de dificultades propias de todo proceso de cambio, de adecuación, de renovación… propias también de la furia del enemigo, cuyas fuerzas buscan prevalecer sobre la Iglesia de Cristo.

Lo que a S.S. Pablo VI le tocó vivir como Pastor universal de la grey del Señor, lo resume el Papa Juan Pablo II en un valiosísimo testimonio, pues él —como dice él mismo— había podido «observar de cerca» su actividad: «Me maravillaron siempre su profunda prudencia y valentía, así como su constancia y paciencia en el difícil período posconciliar de su pontificado. Como timonel de la Iglesia, barca de Pedro, sabía conservar una tranquilidad y un equilibrio providencial incluso en los momentos más críticos, cuando parecía que ella era sacudida desde dentro, manteniendo una esperanza inconmovible en su compactibilidad» (Redemptor hominis, 3).

Otras labores de su pontificado

El Papa Montini tuvo también una gran preocupación por la unión de los cristianos, causa a la que dedicó no pocos esfuerzos, dando así los primeros pasos hacia la unidad de todos los cristianos.

Por otro lado, fomentó con insistencia la colaboración colegial de los obispos. Este impulso se concretaría de diversas formas, siendo las más significativas el proceso de consilidación de las Conferencias Episcopales Nacionales en toda la Iglesia, los diversos Sínodos locales y también los Sínodos internacionales trienales. Durante su pontificado los temas tratados en estos Sínodos episcopales fueron:

el sacerdocio (1971);
la evangelización (1974);
la catequesis (1977).

Otro hito importante de su pontificado lo constituye el viaje realizado al continente americano para la inauguración de la II Conferencia general del Episcopado Latinoamericano, siendo ésta la primera vez que un Sucesor de Pedro pisaba tierras americanas.

Las enseñanzas al Pueblo de Dios

S.S. Pablo VI ha dejado un rico legado en sus muchos escritos. Dentro de esta larga lista cabe resaltar a la encíclica Populorum progressio, la cual trata sobre el tema del desarrollo integral de la persona. Esta encíclica fue la base para la Conferencia de los Obispos latinoamericanos en Medellín. También merece ser especialmente mencionada la exhortación Evangelii nuntiandi, carta magna de la evangelización, que pone enfáticamente el anuncio de Jesucristo en el corazón de la misión de la Iglesia. Para muchos, esta carta vino de algún modo, a completar y profundizar la Gaudium et spes. Además, constituyó el telón de fondo de la III Conferencia General del Episcopado Latinoamericano, en Puebla.

La encíclica programática Ecclesiam suam –la primera que escribió— es asimismo, de gran importancia. Manifiesta que de la «conciencia contemporánea de la Iglesia —nos dice S.S. Juan Pablo II—, Pablo VI hizo el tema primero de su fundamental Encíclica que comienza con las palabras Ecclesiam suam; (…) Iluminada y sostenida por el Espíritu Santo, la Iglesia tiene una conciencia cada vez más profunda, sea respecto de su misterio divino, sea respecto de su misión humana, sea finalmente respecto de sus mismas debilidades humanas: es precisamente esta conciencia la que debe seguir siendo la fuente principal del amor de esta Iglesia, al igual que el amor por su parte contribuye a consolidar y profundizar esa conciencia. Pablo VI nos ha dejado el testimonio de esa profundísima conciencia de Iglesia. A través de los múltiples y frecuentemente dolorosos acontecimientos de su pontificado, nos ha enseñado el amor intrépido a la Iglesia (…)» (Redemptor hominis, 3).

Son muy significativas también todas las enseñanzas dadas con ocasión del Año Santo de la Reconciliación, en 1975, lo que queda manifiesto en una importante exhortación apostólica: La reconciliación dentro de la Iglesia. Por otro lado, es también de especial importancia El Credo del Pueblo de Dios. En el, el Papa Pablo VI hace una hermosa profesión de fe, que reafirma las verdades que el Cuerpo místico de Cristo cree y vive, tomando así una firme postura ante los no pocos intentos de agresión que sufría la fe cristiana. La herencia que ha dejado a la Iglesia con todos sus escritos es invalorable.

Su tránsito a la casa del Padre

Su Santidad Pablo VI, luego de su incansable labor en favor de la Iglesia a la que tanto amor mostró, fue llamado a su presencia por el Padre Eterno, el 6 de agosto de 1978, en la Fiesta de la Transfiguración (que curiosamente fue también la fecha de la publicación de la encíclica que anunciaba el programa de su pontificado). Acaso el Señor mismo, con este signo de su amorosa Providencia, quiso rubricar con sello divino aquello que el Santo Padre, pocos años antes, había escrito en una preciosa exhortación apostólica sobre la alegría cristiana: «…existen muchas moradas en la casa del Padre y, para quienes el Espíritu Santo abrasa el corazón, muchas maneras de morir a sí mismos y de alcanzar la santa alegría de la resurrección. La efusión de la sangre no es el único camino. Sin embargo, el combate por el Reino incluye necesariamente la experiencia de una pasión de amor (…) «per crucem ad lucem», y de este mundo al Padre, en el soplo vivificador del Espíritu» (Gaudete in Domino, 37). Y ciertamente, el Padre Eterno quiso que este hijo suyo, habiendo pasado por muchos sufrimientos y habiendo entregado ejemplarmente su vida en el servicio amoroso a la Iglesia, pasase “de la cruz a la luz” en el día en que la Iglesia entera celebraba la gran Fiesta de la Transfiguración, que indica esperanzada la meta final a la que conduce la muerte física de todo cristiano fiel. Y él —como dijera S.S. Juan Pablo I— había transitado ese camino de modo ejemplar: «(…) en quince años de Pontificado, este Papa ha demostrado no sólo a mí, sino a todo el mundo, cómo se ama, cómo se sirve y cómo se trabaja y sufre por la Iglesia de Cristo».

Él mismo, vislumbrando ya esta magnífica realidad, dejaría escrito para todos en su “Testamento”:

«Fijo la mirada en el misterio de la muerte y de lo que a ella sigue a la luz de Cristo, el único que la esclarece; miro, por tanto, la muerte con confianza, humilde y serenamente. Percibo la verdad que ese misterio ha proyectado siempre sobre la vida presente y bendigo al vencedor de la muerte por haber disipado en mí las tinieblas y descubierto su luz.

»Por ello, ante la muerte y la separación total y definitiva de la vida presente, siento el deber de celebrar el don, la fortuna, la belleza, el destino de esta misma fugaz existencia: Señor, te doy gracias porque me has llamado a la vida y más aún todavía porque me has regenerado y destinado a la plenitud de la vida».

El 10 de mayo de 2014 el Papa Francisco aprobó su beatificación, que tuvo lugar el 19 de octubre del mismo año como parte del cierre del Sínodo extraordinario de obispos sobre la familia, en una multitudinaria ceremonia en la plaza de San Pedro en la que se destacó su labor evangelizadora y su papel como timonel de la Iglesia, especialmente durante el Concilio Vaticano II y los años siguientes.​ A la ceremonia también asistieron Benedicto XVI,​ y los cardenales Paulo Evaristo Arns y William Wakefield Baum: los tres fueron creados cardenales por Pablo VI.

En diciembre del 2017 el diario de la diócesis de Brescia informó que las comisiones de médicos y teólogos aprobaron un segundo milagro atribuido a la intercesión del papa Montini; La Voce del Popolo señaló que podría ser canonizado en el año 2018.​ El papa Francisco anunció su canonización el 19 de mayo de 2018, durante un consistorio que se celebraba para la canonización de algunos beatos. La ceremonia de canonización tuvo lugar el 14 de octubre de ese mismo año, en la plaza de San Pedro del Vaticano.​ Su memoria se celebra el 29 de mayo, fecha de su ordenación presbiteral en 1920.1

III. Su magisterio pontificio

Encíclicas:

Exhortaciones apostólicas:

Cartas apostólicas: