Jueves de la II semana de Pascua

Ermita del Salvador

  • 19:30 Rosario
  • 20:00 Misa

Primera lectura

Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles (5,27-33):

EN aquellos días, los apóstoles fueron conducidos a comparecer ante el Sanedrín y el sumo sacerdote los interrogó, diciendo:
«¿No os habíamos ordenado formalmente no enseñar en ese Nombre? En cambio, habéis llenado Jerusalén con vuestra enseñanza y queréis hacernos responsables de la sangre de ese hombre».
Pedro y los apóstoles replicaron:
«Hay que obedecer a Dios antes que a los hombres. El Dios de nuestros padres resucitó a Jesús, a quien vosotros matasteis, colgándolo de un madero. Dios lo ha exaltado con su diestra, haciéndolo jefe y salvador, para otorgar a Israel la conversión y el perdón de los pecados. Testigos de esto somos nosotros y el Espíritu Santo, que Dios da a los que lo obedecen».
Ellos, al oír esto, se consumían de rabia y trataban de matarlos.

Palabra de Dios

Salmo

Sal 33,2.9.17-18.19-20

R/. Si el afligido invoca al Señor, él lo escucha

Bendigo al Señor en todo momento,
su alabanza está siempre en mi boca.
Gustad y ved qué bueno es el Señor,
dichoso el que se acoge a él. R/.

El Señor se enfrenta con los malhechores,
para borrar de la tierra su memoria.
Cuando uno grita, el Señor lo escucha
y lo libra de sus angustias. R/.

El Señor está cerca de los atribulados,
salva a los abatidos.
Aunque el justo sufra muchos males,
de todos lo libra el Señor. R/.

Evangelio

Lectura del santo evangelio según san Juan (3,31-36):

EL que viene de lo alto está por encima de todos. El que es de la tierra es de la tierra y habla de la tierra. El que viene del cielo está por encima de todos. De lo que ha visto y ha oído da testimonio, y nadie acepta su testimonio. El que acepta su testimonio certifica que Dios es veraz.
El que Dios envió habla las palabras de Dios, porque no da el Espíritu con medida. El Padre ama al Hijo y todo lo ha puesto en su mano. El que cree en el Hijo posee la vida eterna; el que no crea al Hijo no verá la vida, sino que la ira de Dios pesa sobre él.

Palabra del Señor

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio

De catholic.net

Cuando vemos unas personas que traen un traje de adelita o jeans con tejana, botas y saco con tejidos de gallos u otros animales reconocemos que son mexicanos, que están en una fiesta mexicana o cosas por el estilo. Igual si vemos a una persona con kimono, pensamos que es de Japón, o si vemos a un hombre con traje bávaro, pensamos que es alemán, o irlandés si no conocemos mucho…

¿Cómo es el traje del cielo? Ayer vimos cómo Dios amó demasiado al mundo, al punto de entregar a su Hijo a la muerte. Esto nos deja entrever el traje que utiliza el Hijo, un traje que, hace pocos días, durante la Semana Santa, encontramos lleno de heridas, de llagas, de dolores… Pero no cualquier dolor, es el dolor del que se sabe amado por el Padre, del amor capaz de amar a otros, de no encerrarse en su propia soledad, en su propio egoísmo… El traje de Jesús es el amor, es el único traje que encontraremos repetido en muchos modelos, tamaños, formatos, colores, tonalidades y matices diversos; y solo se hace más bello ese traje entre más se utiliza.

Los teólogos expertos dicen que Jesús, en el cielo, conserva las cinco llagas de la cruz; es una muestra de cómo nuestras debilidades, nuestros problemas, nuestros fallos, nuestros errores… nuestras llagas resucitarán gloriosas, si las vivimos con amor; y ya no nos darán vergüenza, al contrario, serán el testimonio de que hemos pasado por la tierra sin apegarnos a ella, más bien con el traje del cielo.

«La justicia es, por lo tanto, una virtud, es decir, un ropaje interno del sujeto: no un traje ocasional o para ponérselo en las fiestas, sino un ropaje que se lleva siempre, porque te cubre y te envuelve, influyendo no solo en las decisiones concretas, sino también en las intenciones y en los propósitos. Y es virtud cardinal, porque indica la dirección correcta y, como un gozne, es punto de apoyo y articulación. Sin justicia, toda la vida social se queda atascada, como una puerta que ya no se puede abrir, o termina chirriando en un movimiento farragoso.» (Discurso de SS Papa Francisco, 19 de febrero de 2019)

San Atanasio

De catholic.net

Atanasio nació en Alejandría de Egipto en el año 295, y es la figura más dramática y desconcertante de la rica galería de los Padres de la Iglesia. Tozudo defensor de la ortodoxia durante la gran crisis arriana, inmediatamente después del concilio de Nicea, pagó su heroica resistencia a la herejía con cinco destierros decretados por los emperadores Constantino, Constancio, Julián y Valente. Arrio, un sacerdote salido del seno mismo de la Iglesia de Alejandría, negando la igualdad substancial entre el Padre y el Hijo, amenazaba atacar el corazón mismo del cristianismo. En efecto, si Cristo no es Hijo de Dios, y él mismo no es Dios, ¿a qué queda reducida la redención de la humanidad?

En un mundo que se despertó improvisamente arriano, según la célebre frase de San Jerónimo, quedaba todavía en pie un gran luchador, Atanasio, que a los 33 años fue elevado a la prestigiosa sede episcopal de Alejandría. Tenía el temple del luchador y cuando había que presenter batalla a los adversarios era el primero en partir lanza en ristre: “Yo me alegro de tener que defenderme” escribió en su Apologia por la fuga. Atanasio tenía valentía hasta para vender, pero sabiendo con quién tenía que habérselas (entre las acusaciones de sus calumniadores estaba la de que él había asesinado al obispo Arsenio, que después apareció vivo y sano), no esperaba en casa a que vinieran a amarrarlo. A veces sus fugas fueron sensacionales. El mismo nos habla de ellas con brío.

Pasó sus últimos dos destierros en el desierto, en compañía de sus amigos monjes, esos simpáticos anárquicos de la vida cristiana, que aunque rehuyendo de las normales estructuras de la organización social y eclesiástica, se encontraban bien en compañía de un obispo autoritario e intransigente como Atanasio. Para ellos escribió el batallador obispo de Alejandría una grande obra, la “Historia de los arrianos”, dedicada a los monjes, de la que nos quedan pocas páginas, pero suficientes para revelarnos abiertamente el temperamento de Atanasio: sabe que habla a hombres que no entienden las metáforas, y entonces llama al pan pan y al vino vino: se burla del emperador, llamándolo con apodos irrespetuosos, y se burla también de los adversarios; pero habla con entusiasmo de las verdades que le interesan, para arrancar a los fieles de las garras de los falsos pastores.

Durante las numerosas e involuntarias peregrinaciones llegó a Occidente, a Roma y Tréveris en donde hizo conocer el monaquismo egipcio, como estado de vida organizado de modo muy original en el desierto, presentando al monje ideal en la sugestiva figura de un anacoreta, San Antonio, de quien escribió la célebre Vida, que se puede considerar como una especie de manifiesto del monaquismo. Murió en el año 373.