Lunes Santo

Ermita del Salvador

  • 19:00 Celebración Penitencial Comunitaria
  • 20:00 Misa. Sufragio José Benabent Salvador

Primera lectura

Lectura del libro de Isaías (42,1-7):

Así dice el Señor:
«Mirad a mi siervo, a quien sostengo; mi elegido, en quien me complazco. He puesto mi espíritu sobre él, manifestará la justicia a las naciones. No gritará, no clamará, no voceará por las calles. La caña cascada no la quebrará, la mecha vacilante no la apagará. Manifestará la justicia con verdad. No vacilará ni se quebrará, hasta implantar la justicia en el país. En su ley esperan las islas.
Esto dice el Señor, Dios, que crea y despliega los cielos, consolidó la tierra con su vegetación, da el respiro al pueblo que la habita y el aliento a quienes caminan por ella:
«Yo, el Señor, te he llamado en mi justicia, te cogí de la mano, te he formé e hice de ti alianza de un pueblo y luz de las naciones, para que abras los ojos de los ciegos, saques a los cautivos de la cárcel, de la prisión a los que habitan en tinieblas».

Palabra de Dios

Salmo

Sal 26,1.2.3.13-14

R/. El Señor es mi luz y mi salvación

El Señor es la defensa de mí vida,
¿quién me hará temblar? R.

Cuando me asaltan los malvados
para devorar mi carne, ellos, enemigos y adversarios, tropiezan y caen. R.

Si un ejército acampa contra mí,
mi corazón no tiembla;
si me declaran la guerra,
me siento tranquilo. R.

Espero gozar de la dicha del Señor
en el país de la vida.
Espera en el Señor, sé valiente,
ten ánimo, espera en el Señor. R.

Evangelio

Lectura del santo evangelio según san Juan (12,1-11):

Seis días antes de la Pascua, fue Jesús a Betania, donde vivía Lázaro, a quien había resucitado de entre los muertos. Allí le ofrecieron una cena; Marta servía, y Lázaro era uno de los que estaban con él a la mesa. María tomó una libra de perfume de nardo, auténtico y costoso, le ungió a Jesús los pies y se los enjugó con su cabellera. Y la casa se llenó de la fragancia del perfume.
Judas Iscariote, uno de sus discípulos, el que lo iba a entregar, dice:
«¿Por qué no se ha vendido este perfume por trescientos denarios para dárselos a los pobres?».
Esto lo dijo, no porque le importasen los pobres, sino porque era un ladrón; y como tenía la bolsa, se llevaba de lo que iban echando.
Jesús dijo:
– «Déjala; lo tenía guardado para el día de mi sepultura; porque a los pobres los tenéis siempre con vosotros, pero a mí no siempre me tenéis».
Una muchedumbre de judíos se enteró de que estaba allí y fueron, no sólo por Jesús, sino también para ver a Lázaro, al que había resucitado de entre los muertos.
Los sumos sacerdotes decidieron matar también a Lázaro, porque muchos judíos, por su causa, se les iban y creían en Jesús.

Palabra del Señor

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio

De catholic.net
En este Evangelio lo que más hace eco en un cristiano, es ese gesto de caridad que tiene María con Jesús, de enjugarle los pies con un perfume super fino, que seguramente sería costoso y que con sacrificios habría comprado.
Es hermoso preguntarnos a la luz del Espíritu Santo, ¿qué tipo de perfume es el que yo ofrezco a Jesús?  Quizás es un perfume con una frescura de fe, de amor y esperanza en Cristo. O bien un perfume que tiene egoísmo, soberbia, sensualidad, falta de sacrificio.
Te invito, a que unjas al Señor con esa ofrenda diaria antes de comenzar tu día ordinario, así como lo hizo María.

«La cena de Betania es preludio de la muerte de Jesús, bajo el signo de la unción que María hizo en honor del Maestro y que él aceptó en previsión de su sepultura. Pero también es anuncio de la resurrección, mediante la presencia misma del resucitado Lázaro, testimonio elocuente del poder de Cristo sobre la muerte. Además de su profundo significado pascual, la narración de la cena de Betania encierra una emotiva resonancia, llena de afecto y devoción; una mezcla de alegría y de dolor:  alegría de fiesta por la visita de Jesús y de sus discípulos, por la resurrección de Lázaro, por la Pascua ya cercana; y amargura profunda porque esa Pascua podía ser la última, como hacían temer las tramas de los judíos, que querían la muerte de Jesús, y las amenazas contra el mismo Lázaro, cuya muerte se proyectaba. En este pasaje evangélico hay un gesto sobre el que se centra nuestra atención, y que también ahora habla de modo singular a nuestro corazón: en un momento determinado, María de Betania, “tomando una libra de perfume de nardo puro, muy caro, ungió los pies de Jesús y los secó con sus cabellos”. Es uno de los detalles de la vida de Jesús que san Juan recogió en la memoria de su corazón y que contienen una inagotable fuerza expresiva. Habla del amor a Cristo, un amor sobreabundante, pródigo, como el ungüento “muy caro” derramado sobre sus pies. Un hecho que, sintomáticamente, escandalizó a Judas Iscariote: la lógica del amor contrasta con la del interés económico.»
(Homilía de S.S. Benedicto XVI, 2 de abril de 2007).