Viernes de la III semana de Cuaresma

Ermita del Salvador

  • 19:00 Exposición del Santísimo, Rezo de Vísperas y Vía Crucis
  • 20:00 Misa

Primera lectura

Lectura de la profecía de Oseas (14,2-10):

ESTO dice el Señor:
«Vuelve, Israel, al Señor tu Dios,
porque tropezaste por tu falta.
Tomad vuestras promesas con vosotros,
y volved al Señor.
Decidle: “Tú quitas toda falta,
acepta el pacto.
Pagaremos con nuestra confesión:
Asiria no nos salvará,
no volveremos a montar a caballo,
y no llamaremos ya ‘nuestro Dios’
a la obra de nuestras manos.
En ti el huérfano encuentra compasión”.
“Curaré su deslealtad,
los amaré generosamente,
porque mi ira se apartó de ellos.
Seré para Israel como el rocío,
florecerá como el lirio,
echará sus raíces como los cedros del Líbano.
Brotarán sus retoños
y será su esplendor como el olivo,
y su perfume como el del Líbano.
Regresarán los que habitaban a su sombra,
revivirán como el trigo,
florecerán como la viña,
será su renombre como el del vino del Líbano.
Efraín, ¿qué tengo que ver con los ídolos?
Yo soy quien le responde y lo vigila.
Yo soy como un abeto siempre verde,
de mí procede tu fruto”.
¿Quién será sabio, para comprender estas cosas,
inteligente, para conocerlas?
Porque los caminos del Señor son rectos:
los justos los transitan,
pero los traidores tropiezan en ellos».

Palabra de Dios

Salmo

Sal 80,6c-8a.8bc-9.10-11ab.14.17

R/. Yo soy el Señor, Dios tuyo: escucha mi voz

V/. Oigo un lenguaje desconocido:
«Retiré sus hombros de la carga,
y sus manos dejaron la espuerta.
Clamaste en la aflicción, y te libré. R/.

V/. Te respondí oculto entre los truenos,
te puse a prueba junto a la fuente de Meribá.
Escucha, pueblo mío, doy testimonio contra ti;
¡ojalá me escuchases, Israel! R/.

V/. No tendrás un dios extraño,
no adorarás un dios extranjero;
yo soy el Señor, Dios tuyo,
que te saqué del país de Egipto. R/.

V/. ¡Ojalá me escuchase mi pueblo
y caminase Israel por mi camino!
Los alimentaría con flor de harina,
los saciaría con miel silvestre». R/.

Evangelio

Lectura del santo evangelio según san Marcos (12,28b-34):

EN aquel tiempo, un escriba se acercó a Jesús y le preguntó:
«¿Qué mandamiento es el primero de todos?».
Respondió Jesús:
«El primero es: “Escucha, Israel, el Señor, nuestro Dios, es el único Señor: amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente, con todo tu ser”. El segundo es este: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo”. No hay mandamiento mayor que estos».
El escriba replicó:
«Muy bien, Maestro, sin duda tienes razón cuando dices que el Señor es uno solo y no hay otro fuera de él; y que amarlo con todo el corazón, con todo el entendimiento y con todo el ser, y amar al prójimo como a uno mismo vale más que todos los holocaustos y sacrificios».
Jesús, viendo que había respondido sensatamente, le dijo:
«No estás lejos del reino de Dios».
Y nadie se atrevió a hacerle más preguntas.

Palabra del Señor

Medita lo que dice el Evangelio

Del obispo Robert Barron

Amigos, el Evangelio de hoy nos presenta a la misma Palabra de Dios revelando lo que está en el corazón de la ley. Un escriba pregunta, a modo de juego, lo siguiente: “¿Cuál es el más grande de los mandamientos?” Había cientos de leyes en el sistema Judío. Así que era un ejercicio favorito de los rabinos buscar una regla que de alguna manera clarificara la totalidad de la ley.

Entonces Jesús pronuncia la famosa frase: “Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón y con toda tu alma, con todo tu espíritu y con todas tus fuerzas. El segundo es éste: Amarás a tu prójimo como a ti mismo”.

¿Qué significa esto? Que la ley es finalmente acerca del amor, y que el amor a Dios y al prójimo están indisolublemente unidos uno al otro. Si amamos a Dios pero odiamos a nuestros prójimos estamos malgastando el tiempo.

¿Por qué estos dos amores están tan firmemente conectados? Por lo que Jesús es. Jesús no es simplemente un ser humano, y no es solamente Dios. Él es Dios-hombre, aquél en quien la humanidad y la divinidad se juntan. Por lo tanto, es imposible amarlo como Dios sin amar la humanidad que Él ha creado y abraza.

Reflexionemos: ¿Qué restricciones pone, si es que hubiese alguna, en su amor a Dios o al prójimo?