Ermita del Salvador
- 17:45 Catequesis de Comunión 2º Curso: reunión de padres.
- 19:30 Rosario
- 20:00 Misa
Primera lectura
Lectura del libro de Jeremías (7,23-28):
ESTO dice el Señor:
«Esta fue la orden que di a mi pueblo:
“Escuchad mi voz, Yo seré vuestro Dios y vosotros seréis mi pueblo. Seguid el camino que os señalo, y todo os irá bien”.
Pero no escucharon ni hicieron caso. Al contrario, caminaron según sus ideas, según la maldad de su obstinado corazón. Me dieron la espalda y no la cara.
Desde que salieron vuestros padres de Egipto hasta hoy, os envié a mis siervos, los profetas, un día tras otro; pero no me escucharon ni me hicieron caso. Al contrario, endurecieron la cerviz y fueron peores que sus padres.
Ya puedes repetirles este discurso, seguro que no te escucharán; ya puedes gritarles, seguro que no te responderán. Aun así les dirás:
“Esta es la gente que no escuchó la voz del Señor, su Dios, y no quiso escarmentar. Ha desaparecido la sinceridad, se la han arrancado de la boca”».
Palabra de Dios
Salmo
Sal 94,1-2.6-7.8-9
R/. Ojalá escuchéis hoy la voz del Señor:
«No endurezcáis vuestro corazón»
V/. Venid, aclamemos al Señor,
demos vítores a la Roca que nos salva;
entremos a su presencia dándole gracias,
aclamándolo con cantos. R/.
V/. Entrad, postrémonos por tierra,
bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios,
y nosotros su pueblo,
el rebaño que él guía. R/.
V/. Ojalá escuchéis hoy su voz:
«No endurezcáis el corazón como en Meribá,
como el día de Masá en el desierto;
cuando vuestros padres me pusieron a prueba
y me tentaron, aunque habían visto mis obras». R/.
Evangelio
Lectura del santo evangelio según san Lucas (11,14-23):
EN aquel tiempo, estaba Jesús echando un demonio que era mudo.
Sucedió que, apenas salió el demonio, empezó a hablar el mudo. La multitud se quedó admirada, pero algunos de ellos dijeron:
«Por arte de Belzebú, el príncipe de los demonios, echa los demonios».
Otros, para ponerlo a prueba, le pedían un signo del cielo. Él, conociendo sus pensamientos, les dijo:
«Todo reino dividido contra sí mismo va a la ruina y cae casa sobre casa. Si, pues, también Satanás se ha dividido contra sí mismo, ¿cómo se mantendrá su reino? Pues vosotros decís que yo echo los demonios con el poder de Belzebú. Pero, si yo echo los demonios con el poder de Belzebú, vuestros hijos, ¿por arte de quién los echan? Por eso, ellos mismos serán vuestros jueces. Pero, si yo echo los demonios con el dedo de Dios, entonces es que el reino de Dios ha llegado a vosotros.
Cuando un hombre fuerte y bien armado guarda su palacio, sus bienes están seguros, pero, cuando otro más fuerte lo asalta y lo vence, le quita las armas de que se fiaba y reparte su botín.
El que no está conmigo está contra mí; el que no recoge conmigo desparrama».
Palabra del Señor
Medita lo que te dice el Evangelio
Obispo Robert Barron
Amigos, el Evangelio de hoy nos habla sobre una persona poseída por el demonio. Jesús se encuentra con este hombre y expulsa al demonio, pero inmediatamente después se lo acusa de estar en complot con Satanás. Algunos de los testigos decían, «Este expulsa a los demonios por el poder de Belzebul, el Príncipe de los demonios».
La respuesta de Jesús es maravillosa por ser lógica y concisa: «Un reino donde hay luchas internas va a la ruina y sus casas caen una sobre otra. Si Satanás lucha contra sí mismo, ¿cómo podrá subsistir su reino?»
El poder del demonio es siempre algo que dispersa. Quiebra la comunión. Jesús, sin embargo, es siempre la voz de la communio, es Aquél que junta y une.
Pensemos cuando Jesús alimentó a esa multitud de cinco mil personas. Frente a esa gran cantidad de gente hambrienta, sus discípulos le pedían, «Despide a la multitud así pueden ir a sus aldeas y comprar alimentos». Pero Jesús responde, «No hay necesidad de que se vayan; dadles vosotros de comer».
Cualquier cosa que lleve a la Iglesia a separarse es un eco de este impulso de «despedir a la multitud», y un recordatorio de la tendencia demoníaca a dividir. Cuando los tiempos son amenazantes y de prueba, este es un instinto muy común. Culpamos, atacamos, dividimos, y dispersamos. Pero Jesús dice con certeza: «No hay necesidad de que se vayan».
Reflexionemos: ¿Cómo puede llegar a ser un factor de unificación en su parroquia o grupo Cristiano?