Ermita del Salvador
- 19:30 Rosario
- 20:00 Misa. Sufragio, Tomás Sánchez Requena (6º Aniversario)
Primera lectura
Lectura de la carta a los Hebreos 12, 4-7. 11-15
Hermanos: Todavía no han llegado a la sangre en su pelea contra el pecado. Han olvidado la exhortación paternal que les dieron: «Hijo mío, no rechaces la corrección del Señor, no te enfades por su reprensión; porque el Señor reprende a los que ama y castiga a sus hijos preferidos». Acepten la corrección, porque Dios los trata como a hijos, pues, ¿qué padre no corrige a sus hijos? Ninguna corrección nos gusta cuando la recibimos, sino que nos duele; pero, después de pasar por ella, nos da como fruto una vida honrada y en paz. Por eso, fortalezcan las manos débiles, robustezcan las rodillas vacilantes, y caminen por una senda llana: así el pie cojo, en vez de retorcerse, se curará. Busquen la paz con todos y la santificación, sin la cual nadie verá al Señor. Procuren que nadie se quede sin la gracia de Dios y que ninguna raíz amarga rebrote y haga daño, contaminando a muchos.
«Palabra de Dios. Te alabamos Señor»
Salmo responsorial
R/. La misericordia del Señor dura siempre, para los que cumplen sus mandatos.
Bendice, alma mía, al Señor, y todo mi ser a su Santo Nombre. Bendice, alma mía, al Señor, y no olvides sus beneficios. /R.
Como un padre siente ternura por sus hijos, siente el Señor ternura por sus fieles; porque Él conoce nuestra masa, se acuerda de que somos barro. /R.
Pero la misericordia del Señor dura siempre, su justicia pasa de hijos a nietos: para los que guardan la alianza. /R.
Evangelio
Mc 6, 1-6. No desprecian a un profeta más que en su tierra.
Saliendo de allí se dirigió a su ciudad y lo seguían sus discípulos. Cuando llegó el sábado, empezó a enseñar en la sinagoga; la multitud que lo oía se preguntaba asombrada: «¿De dónde saca todo eso? ¿Qué sabiduría es esa que le ha sido dada? ¿Y esos milagros que realizan sus manos? ¿No es este el carpintero, el hijo de María, hermano de Santiago y José y Judas y Simón? Y sus hermanas ¿no viven con nosotros aquí?». Y se escandalizaban a cuenta de él.
Les decía: «No desprecian a un profeta más que en su tierra, entre sus parientes y en su casa». No pudo hacer allí ningún milagro, solo curó algunos enfermos imponiéndoles las manos. Y se admiraba de su falta de fe.
Y recorría los pueblos de alrededor enseñando.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
De catholic.net
Es interesante cómo muchas veces decimos con nuestra boca que creemos, pero nuestro corazón está muy lejos de creer. «Dios es grande, es maravilloso» –solemos decir– pero cuando vemos su forma sencilla de actuar, su manera tan simple de entrar en contacto con nosotros, nos solemos preguntar, ¿será Él? …, ¿esto que me está pasando vendrá de Dios?
No nos es fácil reconocer la grandeza de Dios en las cosas sencillas pues a veces creamos un concepto de Dios que no es Dios. A veces creemos en un Dios grandioso, omnipotente, pero que está allá arriba en su trono celestial, que no se preocupa por las insignificancias de mi vida, por los pequeños problemas que me suceden o de las pequeñas y sencillas alegrías que me circundan.
Parte de la grandeza de Dios es, en efecto, su sencillez, su humildad. Es verdad, sorprenden sus palabras, pero son palabras que solamente las comprende el corazón de la gente sencilla. Nos impresionan sus milagros, pero solo los sencillos son los que se dejan curar.
Grandeza y pequeñez, son dos cosas que, en Dios, misteriosamente se identifican.
Así que cuando digamos «Dios es grande, es maravilloso», creamos que esa grandeza la puedo descubrir en mi vida, en mi día. ¡No dejemos que su sencillez nos escandalice!
El Dios que es grande, eterno, todopoderoso…, el que quiere entrar en la sencillez de mi vida, ése es el verdadero Dios.
«La grandeza más grande se expresa en la pequeñez más pequeña y más dramática: esto es el misterio del amor de Dios, de este amor que el Señor nos enseña a poner más en los hechos que en las palabras. Es un amor total y el símbolo es un corazón atravesado: así podemos entender también el recorrido cristiano. De hecho, cuando Jesús quiere enseñarnos cómo debe ser la actitud cristiana nos dice pocas cosas, nos hacer ver ese famoso protocolo sobre el cual todos nosotros seremos juzgaos: Mateo 25.»
(Homilía de S.S. Francisco, 8 de junio de 2018, en santa Marta).
Por: P. Ángel Amo | Fuente: Catholic.net
Compañeros en el martiro: Juan de Goto Soan, Jacobo Kisai, religiosos de la Compañía de Jesús; Pedro Bautista Blásquez, Martín de la Ascensión Aguirre, Francisco Blanco, presbíteros de la Orden de los Hermanos Menores; Felipe de Jesús de Las Casas, Gonzalo García, Francisco de San Miguel de la Parilla, religiosos de la misma Orden; León Karasuma, Pedro Sukeiro, Cosme Takeya, Pablo Ibaraki, Tomás Dangi, Pablo Suzuki, catequistas; Luis Ibaraki, Antonio, Miguel Kozaki y su hijo Tomás, Buenaventura, Gabriel, Juan Kinuya, Matías, Francisco de Meako, Ioaquinm Sakakibara y Francisco Adaucto, neofitos.(1597).
Breve Biografía
El primero que llevó el anuncio de la fe cristiana a Japón fue San Francisco Javier, quien trabajó allí en de 1549 a 1551. En pocos años los cristianos llegaron a ser unos 300.000. Humanamente hablando, es doble el “secreto” que hizo posible esta expansión: el respeto que los misioneros jesuitas tuvieron por los modos de vida y las creencias japonesas no directamente opuestas a la enseñanza cristiana, y el empeño de insertar elementos locales en la predicación y en la administración.
Fue catequista jesuita un joven llamado Pablo Miki, nacido entre los años 1564 y 1566, de una rica familia de Kyoto. Quería ser sacerdote pero su ordenación fue postergada “sine die”, porque la única diócesis todavía no tenia obispo. Además, en 1587 el emperador Toyotomi Hideyoshi, que se propuso la conquista de Corea, cambió su actitud benévola para con los cristianos y publicó un decreto de expulsión de los misioneros extranjeros.
La orden se cumplió en parte: algunos misioneros permanecieron en el país de incógnito, y en 1593 algunos franciscanos españoles, dirigidos por Pedro Bautista, llegaron a Japón procedentes de Filipinas y fueron bien recibidos por Hideyoshi. Pero poco después vino la ruptura definitiva, incluso por motives políticos anti-españoles y anti-occidentales. El 9 de diciembre fueron arrestados seis franciscanos (Pedro Bautista, Martín de la Asunción, Francisco Blanco, Felipe Las Casas, Francisco de San Miguel y Gonzalo García), tres jesuitas (Pablo Miki, Juan Soan de Gotó y Santiago Kisai) y quince laicos terciarios franciscanos, a los que se les añadieron después otros dos, que eran catequistas.
Después de haberles cortado el lóbulo izquierdo, los 26 fueron llevados de Meaco a Nagasaki, para exponerlos a la burla de las muchedumbres, que más bien admiraron la heroica valentía que manifestaron sobre todo en el momento de la muerte, cuando fueron crucificados en una colina de Nagasaki el 5 de febrero de 1597. Despertaron gran conmoción las palabras de perdón y de testimonio evangélico pronunciadas por Pablo Miki desde la cruz, y la serenidad y valentía que demostraron Luis Ibaraki (de 11 años), Antonio (de trece) y Tomás Cosaki (de catorce), que murieron cantando el salmo: “Laudate, pueri, Dominum…”