Santa Inés

Centro Parroquial

  • 18:00 a 19:00 Cáritas Parroquial. Reparto de alimentos para los usuarios de Cáritas

Ermita del Salvador

  • 19:30 Rosario
  • 20:00 Misa

Primera lectura

Lectura de la carta a los Hebreos (5,1-10):

TODO sumo sacerdote, escogido de entre los hombres, está puesto para representar a los hombres en el culto a Dios: para ofrecer dones y sacrificios por los pecados.
Él puede comprender a los ignorantes y extraviados, porque también él está sujeto a debilidad.
A causa de ella, tiene que ofrecer sacrificios por sus propios pecados, como por los del pueblo.
Nadie puede arrogarse este honor sino el que es llamado por Dios, como en el caso de Aarón.
Tampoco Cristo se confirió a sí mismo la dignidad de sumo sacerdote, sino que la recibió de aquel que le dijo: «Tú eres mi Hijo: yo te he engendrado hoy»; o, como dice en otro pasaje: «Tú eres sacerdote para siempre según el rito de Melquisedec».
Cristo, en los días de su vida mortal, a gritos y con lágrimas, presentó oraciones y súplicas al que podía salvarlo de la muerte, siendo escuchado por su piedad filial. Y, aun siendo Hijo, aprendió, sufriendo, a obedecer. Y, llevado a la consumación, se convirtió, para todos los que lo obedecen, en autor de salvación eterna, proclamado por Dios sumo sacerdote según el rito de Melquisedec.

Palabra de Dios

Salmo

Sal 109,1.2.3.4

R/. Tú eres sacerdote eterno, según el rito de Melquisedec

V/. Oráculo del Señor a mi Señor:
«Siéntate a mi derecha,
y haré de tus enemigos
estrado de tus pies». R/.

V/. Desde Sión extenderá el Señor
el poder de tu cetro:
somete en la batalla a tus enemigos. R/.

V/. «Eres príncipe desde el día de tu nacimiento,
entre esplendores sagrados;
yo mismo te engendré, desde el seno,
antes de la aurora». R/.

V/. El Señor lo ha jurado y no se arrepiente:
«Tú eres sacerdote eterno,
según el rito de Melquisedec». R/.

Evangelio

Lectura del santo evangelio según san Marcos (2,18-22):

EN aquel tiempo, como los discípulos de Juan y los fariseos estaban ayunando, vinieron unos y le preguntaron a Jesús:
«Los discípulos de Juan y los discípulos de los fariseos ayunan. ¿Por qué los tuyos no?».
Jesús les contesta:
«¿Es que pueden ayunar los amigos del esposo, mientras el esposo está con ellos? Mientras el esposo está con ellos, no pueden ayunar.
Llegarán días en que les arrebatarán al esposo, y entonces ayunarán en aquel día.
Nadie echa un remiendo de paño sin remojar a un manto pasado; porque la pieza tira del manto —lo nuevo de lo viejo— y deja un roto peor.
Tampoco se echa vino nuevo en odres viejos; porque el vino revienta los odres, y se pierden el vino y los odres; a vino nuevo, odres nuevos».

Palabra del Señor

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio

De catholic.net

En este pasaje, más que decirnos cuándo ayunar y cuándo no, Jesús nos enseña a pasar del amor a la ley a la ley del amor. Esto lo hace en tres pasos: primero, nos da la alegría de vivir amando con Él. Luego, esa alegría nos renueva el corazón. Finalmente, con ese amor nos enseña a cargar la cruz a su lado. El primer paso es la alegría de vivir amando con Jesús. El Maestro vino a revelarnos que Dios es amor (1 Jn 4,8), y que este Dios-Amor es Padre y nos ama con una ternura infinita (Lc 15, 11-32). Por eso, ahora la ley de Dios se resume en un mandamiento nuevo: «ámense unos a otros como yo los he amado.» (Jn 13, 34-36) Ya no es un «no hagas esto, porque te harás daño,» sino un «ama, para que seas feliz, tú y tus hermanos.» De esta nueva ley, esta nueva manera de vivir la vida con y por Jesús, surge naturalmente el segundo paso: renovar nuestro corazón. Su amor es el vino nuevo, que renueva y llena nuestro corazón de felicidad aun en medio del sufrimiento, pues sacia la sed más profunda de nuestro corazón: amar y ser amados. Lo principal, entonces, no es ayunar o no ayunar, sino amar como Jesús nos ha amado: viviendo para «servir y dar su vida como rescate por muchos». (Mt 20, 25-28) Pero ¿qué quiere decir Jesús con «dar la vida por muchos»? Nada menos que el tercer paso para pasar del amor a la ley a la ley del amor: su muerte en la cruz. En nuestro pasaje Jesús habla del momento en que «se les arrebatará el novio, y entonces ayunarán.» Llegará el momento de sufrir, como en toda vida humana. Pero ahora, vemos el sufrimiento como Jesús lo ve: una oportunidad de ofrecerse al Padre por nosotros: Nadie tiene mayor amor que el que da su vida por sus amigos. (Jn 15,13). Hoy Cristo nos invita a dejar atrás nuestro vino viejo, el vino infantil de cumplir reglas para recibir una recompensa. Hemos de pasar a saborear el vino fuerte y renovador de su amor crucificado. Amor redentor. Amor en serio. Amor que no acaba en la cruz, pues mirad: ¡La tumba está vacía! Por la cruz se va a la luz. A la luz eterna, a la felicidad plena de resucitar con Jesús y ver que costó, pero fuimos plenos al vivir según su nueva ley. Entonces nos alegraremos de que, gracias al sufrimiento vivido con Él, nosotros y muchos de nuestros hermanos gozaremos para siempre en la casa del Padre.
Señor, gracias por invitarme a vivir con un corazón nuevo. Yo no puedo cambiarme. ¡Transfórmame Tú! Dame un corazón inflamado de amor, como el tuyo. Que te ame a Ti y a mis hermanos como Tú nos has amado. María, que le enseñaste a Jesús a amar, forma también mi corazón, para que sea como el suyo. Ayúdame a seguir tus huellas y perseverar en este camino de rosas y espinas. Guíame por la cruz hacia la luz eterna. Amén.

«Aquí está el valor de referir a la memoria la ley: no la ley fría, la que simplemente parece jurídica. Más bien, la ley del amor, la ley que el Señor ha insertado en nuestros corazones. En este sentido, hay que preguntarse si soy fiel a la ley, recuerdo la ley, ¿repito la ley? Porque a veces los cristianos, incluso los consagrados, tenemos dificultades para repetir los mandamientos: “Sí, sí, los recuerdo”, pero luego, en un momento dado, me equivoco, no recuerdo. Por lo tanto, memoria de la ley, la ley del amor, pero que es concreta.»
(Homilía de S.S. Francisco, 7 de junio de 2018, en santa Marta).

Santa Inés, Virgen y Mártir

De catholic.net

Martirologio Romano: Memoria de santa Inés, virgen y mártir, que siendo aún adolescente, ofreció en Roma el supremo testimonio de la fe, consagrando con el martirio el título de la castidad. Obtuvo victoria sobre su edad y sobre el tirano, suscitó una gran admiración ante el pueblo y adquirió una mayor gloria ante el Señor. Hoy se celebra el día de su sepultura (s. III/IV).

Etimología: Inés = aquella que se mantiene pura, es de origen griego.

Breve Biografía

Hay muy buenos documentos sobre la existencia de esta mártir que vivió a comienzos del siglo IV y que fue martirizada a los doce años, durante la feroz persecución de Diocleciano.

Su popularidad y su devoción hacen pensar que no son improbables las leyendas que se nos han transmitido de boca en boca y también con escritos. Basado en una tradición griega, el Papa Dámaso habla del martirio de Santa Inés sobre una hoguera.
Pero parece más cierto lo que afirma el poeta Prudencio y toda la tradición latina, es decir, que la jovencita, después de haber sido expuesta a la ignominia de un lugar de mala fama por haberse negado a sacrificar a la diosa Vesta, fue decapitada.

Así comenta el hecho San Ambrosio, al que se le atribuye el himno en honor de Agnes heatae virginis: “¿En un cuerpo tan pequeño había lugar para más heridas? Las niñas de su edad no resisten la mirada airada de sus padres, y las hace llorar el piquete de una aguja: pero Inés ofrece todo su cuerpo al golpe de la espada que el verdugo descarga sobre ella”.

Alrededor de su imagen de pureza y de constancia en la fe, la leyenda ha tejido un acontecimiento que tiene el mismo origen de la historia de otras jóvenes mártires: Agata, Lucia, Cecilia, que también encuentran lugar en el Canon Romano de la Misa. Según la leyenda popular, fue el mismo hijo del prefecto de Roma el que atentó contra la pureza de Inés. Al ser rechazado, él la denunció como cristiana, y el prefecto Sinfronio la hizo exponer en una casa de mala vida por haberse negado a rendirle culto a la diosa Vesta. Pero Inés salió prodigiosamente intacta de esa difamante condena, porque el único hombre que se atrevió a acercarse a ella cayó muerto a sus pies.

Pero el prefecto no se rindió ante el prodigio y la condenó a muerte. Un antiguo rito perpetúa el recuerdo de este ejemplo heroico de pureza. En la mañana del 21 de enero se bendicen dos corderitos, que después ofrecen al Papa para que con su lana sean tejidos los palios destinados a los Arzobispos. La antiquísima ceremonia tiene lugar en la iglesia de Santa Inés, construida por Constantina, hija de Constantino, hacia el 345.