Ermita del Salvador
- 19:00 Adoración al Santísimo. Cantos, silencio, peticiones, acción de gracias …
Ermita de Campolivar
- 19:00 Misa del II Domingo del Tiempo Ordinario
Templo de las Carmelitas
- 20:00 Misa del II Domingo del Tiempo Ordinario
Primera lectura
Lectura de la carta a los Hebreos (4,12-16):
HERMANOS:
La palabra de Dios es viva y eficaz, más tajante que espada de doble filo; penetra hasta el punto donde se dividen alma y espíritu, coyunturas y tuétanos; juzga los deseos e intenciones del corazón.
Nada se le oculta; todo está patente y descubierto a los ojos de aquel a quien hemos de rendir cuentas.
Así pues, ya que tenemos un sumo sacerdote grande que ha atravesado el cielo, Jesús, Hijo de Dios, mantengamos firme la confesión de fe.
No tenemos un sumo sacerdote incapaz de compadecerse de nuestras debilidades, sino que ha sido probado en todo, como nosotros, menos en el pecado.
Por eso, comparezcamos confiados ante el trono de la gracia, para alcanzar misericordia y encontrar gracia para un auxilio oportuno.
Palabra de Dios
Salmo
Sal 18.8.9.10.15
R/. Tus palabras, Señor, son espíritu y vida
V/. La ley del Señor es perfecta
y es descanso del alma;
el precepto del Señor es fiel
e instruye a los ignorantes. R/.
V/. Los mandatos del Señor son rectos
y alegran el corazón;
la norma del Señor es límpida
y da luz a los ojos. R/.
V/. El temor del Señor es puro
y eternamente estable;
los mandamientos del Señor son verdaderos
y enteramente justos. R/.
V/. Que te agraden las palabras de mi boca,
y llegue a tu presencia el meditar de mi corazón,
Señor, Roca mía, Redentor mío. R/.
Evangelio
Lectura del santo evangelio según san Marcos (2,13-17):
EN aquel tiempo, Jesús salió de nuevo a la orilla del mar; toda la gente acudía a él y les enseñaba.
Al pasar vio a Leví, el de Alfeo, sentado al mostrador de los impuestos, y le dice:
«Sígueme».
Se levantó y lo siguió.
Sucedió que, mientras estaba él sentado a la mesa en casa de Leví, muchos publicanos y pecadores se sentaban con Jesús y sus discípulos, pues eran muchos los que lo seguían.
Los escribas de los fariseos, al ver que comía con pecadores y publicanos, decían a sus discípulos:
«¿Por qué come con publicanos y pecadores?»
Jesús lo oyó y les dijo:
«No necesitan médico los sanos, sino los enfermos. No he ven do a llamar a justos, sino a pecadores».
Palabra de Dios
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
De catholic.net
Cuando pregunto a las familias: «¿Cree usted que Dios sigue llamando a los jóvenes a una vida religiosa?» Las respuestas que más risa me dan son: «muy poco» o «no a mi hijo». Sin embargo, me quedo reflexionando de verdad en cómo es que Cristo nos llama.
La llamada que Cristo hace no se queda en el cajón, olvidada; no podemos decir que es Él quien nos obliga a responder, y mucho menos nos extorsiona para responder. Él quiere nuestra respuesta libre, pero respuesta a una llamada que nos hace a todos: «Sígueme.»
«¿Entonces todos tenemos que entrar en el convento o en el seminario?» No necesariamente. La respuesta a la vocación es muchísimo más grande que decir «me voy de cura». Es una respuesta al día a día, al amor de Cristo que se desborda y nos pide que sepamos corresponder con Él. Es cuando ese «sígueme» se lo dice a un joven a punto de casarse para que se pregunte: «¿Estoy siguiendo a Cristo?», o que una chica en la universidad diga: «¿Estoy siguiendo a Cristo?», o que una madre muy dedicada a su trabajo y a sus hijos diga: «¿Estoy siguiendo a Cristo?» O que yo, con mis cualidades, mis defectos, mis triunfos, mis fracasos… sepa levantar la mirada y decir: «¿Estoy siguiendo a Cristo?»
«Las mujeres del Evangelio tomaron parte, ahora la invitación va dirigida una vez más a ustedes y a mí: invitación a romper las rutinas, renovar nuestra vida, nuestras opciones y nuestra existencia. Una invitación que va dirigida allí donde estamos, en lo que hacemos y en lo que somos; con la «cuota de poder» que poseemos. ¿Queremos tomar parte de este anuncio de vida o seguiremos enmudecidos ante los acontecimientos? ¡No está aquí ha resucitado! Y te espera en Galilea, te invita a volver al tiempo y al lugar del primer amor y decirte: No tengas miedo, sígueme.»
(Homilía de S.S. Francisco, 31 de marzo de 2018).