Miércoles de la I semana del Tiempo Ordinario

Ermita del Salvador

  • 18:30 Reunión y oración grupo de Catequistas de Infancia y Juventud en el Oratorio
  • 19:30 Rosario
  • 20:00 Misa

Primera lectura

Lectura de la carta a los Hebreos (2,14-18):

LO mismo que los hijos participan de la carne y de la sangre, así también participó Jesús de nuestra carne y sangre, para aniquilar mediante la muerte al señor de la muerte, es decir, al diablo, y liberar a cuantos, por miedo a la muerte, pasaban la vida entera como esclavos.
Notad que tiende una mano a los hijos de Abrahán, no a los ángeles. Por eso tenía que parecerse en todo a sus hermanos, para ser sumo sacerdote misericordioso y fiel en lo que a Dios se refiere, y expiar los pecados del pueblo. Pues, por el hecho de haber padecido sufriendo la tentación, puede auxiliar a los que son tentados.

Palabra de Dios

Salmo

Sal 104,1-2.3-4.6-7.8-9

R/. El Señor se acuerda de su alianza eternamente.

V/. Dad gracias al Señor, invocad su nombre,
dad a conocer sus hazañas a los pueblos.
Cantadle al son de instrumentos,
hablad de sus maravillas. R/.

V/. Gloriaos de su nombre santo,
que se alegren los que buscan al Señor.
Recurrid al Señor y a su poder,
buscad continuamente su rostro. R/.

V/. ¡Estirpe de Abrahán, su siervo;
hijos de Jacob, su elegido!
El Señor es nuestro Dios,
él gobierna toda la tierra. R/.

V/. Se acuerda de su alianza eternamente,
de la palabra dada, por mil generaciones;
de la alianza sellada con Abrahán,
del juramento hecho a Isaac. R/.

Evangelio de mañana

Lectura del santo evangelio según san Marcos (1,29-39):

EN aquel tiempo, al salir Jesús de la sinagoga, fue con Santiago y Juan a casa de Simón y Andrés.
La suegra de Simón estaba en cama con fiebre, e inmediatamente le hablaron de ella. Él se acercó, la cogió de la mano y la levantó. Se le pasó la fiebre y se puso a servirles.
Al anochecer, cuando se puso el sol, le llevaron todos los enfermos y endemoniados. La población entera se agolpaba a la puerta. Curó a muchos enfermos de diversos males y expulsó muchos demonios; y como los demonios lo conocían, no les permitía hablar.
Se levantó de madrugada, cuando todavía era muy oscuro, se marchó a un lugar solitario y allí se puso a orar. Simón y sus compañeros fueron en su busca y, al encontrarlo, le dijeron:
«Todo el mundo te busca».
Él les responde:
«Vámonos a otra parte, a las aldeas cercanas, para predicar también allí; que para eso he salido».
Así recorrió toda Galilea, predicando en sus sinagogas y expulsando los demonios.

Palabra del Señor

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio

De cathoic.net

Cristo se presenta a nosotros como el mejor ejemplo de amor, Él nos muestra el camino que todo hombre que ama de verdad debe recorrer. El amor verdadero no tiene límites, no conoce fronteras, no distingue entre razas ni clases sociales, el amor no tiene en cuenta capacidades o debilidades, no conoce distancias. Dios nuestro Señor, que se ha humillado acogiendo nuestra pobre condición y ha muerto por nosotros en la cruz, sabe que esto es verdad.

  1. Salir al encuentro de los más cercanos.

El primer grado de amor inicia en el momento en que decido olvidarme de mí mismo y salir al encuentro de las necesidades de aquellos que son más cercanos. La suegra de san Pedro estaba enferma, y aun siendo la suegra, el Señor y el apóstol no le dieron menos importancia. «Saliendo de la sinagoga», después de una mañana de trabajo apostólico, se fueron a visitar a aquella persona que más los necesitaba. Este tipo de amor presupone el desapego de los propios intereses y se aferra a la búsqueda del bienestar de la persona amada.

  1. Acoger a los que se acercan.

El siguiente grado es el de la acogida. Son muchas las ocasiones en las que estamos en una situación de indisposición para recibir a otras personas, sin embargo, pareciera que son éstos los momentos en las que las personas más se acercan a pedirnos ayuda. Parece que las ocasiones de cansancio, de estrés o incluso de problemas personales pueden ser una excusa para rechazar a aquellos que se acercan a pedirnos ayuda. El amor verdadero no toma en cuenta la propia situación cuando se trata de ayudar al amado. Es fácil amar cuando no se tiene ninguna dificultad, pero que duro es hacerlo cuando nosotros mismos necesitamos ayuda.

  1. Salir en busca de los desconocidos.

El tercer grado es el amor al desconocido. Hasta ahora hemos hablado del amor hacia aquellos que conocemos y nos son cercanos, pero qué hay de aquellos que no conocemos. Nuestro Señor no los deja de lado, ni siquiera espera a que sean los otros los que tomen la iniciativa y se acerquen, Él mismo sale en su búsqueda; «vamos a otra parte… a predicar allí también». Del mismo modo nosotros debemos salir en busca de aquel desconocido que necesita del amor de Dios que nosotros le podemos transmitir. No podemos ni pensar en cuantas circunstancias nosotros podemos ser instrumentos del amor de Dios; especialmente cuando pensamos que no nos corresponde, o que no es nuestro deber, es ahí cuando más debemos tomar la iniciativa, vencernos a nosotros mismos y salir al encuentro de los otros.

«Vivimos la cultura de la exclusión, la cultura del descarte. Salir al encuentro de esos hermanos excluidos, abandonados a su suerte, pisoteados por intereses egoístas… Ellos también son nuestros hermanos que necesitan nuestra ayuda y necesitan experimentar la presencia de Dios que sale a su encuentro. Allí también ustedes son enviados para hacer realidad el espíritu de las Bienaventuranzas a través de las obras de misericordia: escuchando y dando respuesta a los gritos de quienes piden pan y justicia; llevando paz y promoción integral a los que buscan una vida más digna; consolando y ofreciendo razones de esperanza a las tristezas y sufrimientos de tantos hombres y mujeres de nuestro tiempo… Que esta sea la brújula que oriente sus pasos de hermanos y misioneros.»
(Discurso de S.S. Francisco, 22 de junio de 2018).