2 de agosto. Jueves de la XVII semana del Tiempo Ordinario. Nuestra señora de los Ángeles.

Ermita del Salvador

  • 19:30 Rosario
  • 20:00 Misa

Primera lectura

Lectura del libro de Jeremías (18,1-6):

Palabra del Señor que recibió Jeremías: «Levántate y baja al taller del alfarero, y allí te comunicaré mi palabra.»

Bajé al taller del alfarero, que estaba trabajando en el torno. A veces, le salía mal una vasija de barro que estaba haciendo, y volvía a hacer otra vasija, según le parecía al alfarero.
Entonces me vino la palabra del Señor: «¿Y no podré yo trataros a vosotros, casa de Israel, como este alfarero? –oráculo del Señor–. Mirad: como está el barro en manos del alfarero, así estáis vosotros en mi mano, casa de Israel.»

Palabra de Dios

Salmo

Sal 145

R/. Dichoso a quien auxilia el Dios de Jacob

Alaba, alma mía, al Señor:
alabaré al Señor mientras viva,
tañeré para mi Dios mientras exista. R/.

No confiéis en los príncipes,
seres de polvo que no pueden salvar;
exhalan el espíritu y vuelven al polvo,
ese día perecen sus planes. R/.

Dichoso a quien auxilia el Dios de Jacob,
el que espera en el Señor, su Dios,
que hizo el cielo y la tierra,
el mar y cuanto hay en él. R/.

Evangelio

Lectura del santo evangelio según san Mateo (13,47-53):

En aquel tiempo, dijo Jesús a la gente: «El reino de los cielos se parece también a la red que echan en el mar y recoge toda clase de peces: cuando está llena, la arrastran a la orilla, se sientan, y reúnen los buenos en cestos y los malos los tiran. Lo mismo sucederá al final del tiempo: saldrán los ángeles, separarán a los malos de los buenos y los echarán al horno encendido. Allí será el llanto y el rechinar de dientes. ¿Entendéis bien todo esto?»
Ellos les contestaron: «Sí.»
Él les dijo: «Ya veis, un escriba que entiende del reino de los cielos es como un padre de familia que va sacando del arca lo nuevo y lo antiguo.»
Cuando Jesús acabó estas parábolas, partió de allí.

Palabra del Señor

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio

De catholic.net

Jesús no quiere condenar a nadie, es más, dio su vida para que él que quiera salvarla, lo haga. ¿A qué mayor consuelo podemos aspirar? El Creador del mundo nos ama y respeta como somos: gorditos, flaquitos, altos, bajos, con nuestras cualidades y, claro, también con nuestros defectos. Así es Dios para con cada uno de nosotros. Nos tiende la mano en los momentos de duda y nos alienta en los momentos de dificultad, aún cuando creemos que Él está lejos y se ha olvidado de nosotros.

Él nos ama. Ésta es la verdad que debe orientar nuestra vida. Pero si bien es cierto que Cristo nos da el cielo con su vida, muerte y resurrección, también es cierto que Él respeta nuestras decisiones, incluso aquellas con las que lo rechazamos. Lo único que tenemos que hacer es extender la mano en busca de ayuda y aceptarlo totalmente, ¿estoy dispuesto a aceptar al Señor con todo lo que esto conlleva?

«No basta, por tanto, con encontrar un lenguaje nuevo para proclamar la fe de siempre; es necesario y urgente que, ante los nuevos retos y perspectivas que se abren para la humanidad, la Iglesia pueda expresar esas novedades del Evangelio de Cristo que se encuentran contenidas en la Palabra de Dios pero aún no han visto la luz. Este es el tesoro de las “cosas nuevas y antiguas” del que hablaba Jesús cuando invitaba a sus discípulos a que enseñaran lo nuevo que él había instaurado sin descuidar lo antiguo.» (Homilía de S.S. Francisco, 11 de octubre de 2017).

Nuestra Señora de los Ángeles

Sobre el origen de su veneración, la tradición cuenta que el 2 de agosto de 1635 saliendo una india anciana a recoger leña seca en el monte, vio sobre una peña una imagen de María con el Niño Jesús en los brazos. Sorprendida ante este hallazgo inesperado, la tomó con cuidado y la escondió en su casa. Volvió al día siguiente al monte, y su asombro fue grande al ver la imagen en el mismo sitio en que la había hallado el día anterior. Pensó que se trataba de una broma pero decidió tomarla de nuevo, la llevó a su casa y la guardó.
Al día siguiente ocurrió lo mismo y llena de temor fue donde el sacerdote del pueblo a contarle lo ocurrido. El sacerdote le pidió a la anciana que le trajera la imagen. Así lo hizo, pero la imagen desapareció nuevamente de casa del sacerdote y volvió a ser hallada en el monte. Pronto se difundió la noticia del maravilloso suceso y se resolvió trasladar a la imagen a la parroquia. Muy pronto se empezó a difundir entre la población la veneración a la santa imagen a quien se le llamaba Nuestra Señora de los Ángeles, por haberse aparecido el día en que la Iglesia celebra a la Virgen de este nombre. A los pocos días, la imagen desapareció del lugar en que la habían colocado y fue nuevamente hallada sobre la roca de la primera aparición. Comprendieron entonces que el deseo de la Virgen era que se erigiera un templo en aquel sitio.
La «Negrita», como la llaman los costarricenses, fue coronada solemnemente el 25 de abril de 1926.

Eusebio de Vercelli, Santo

Memoria Litúrgica, 2 de agosto
Fuente: EWTN.com 

Obispo

Martirologio Romano: San Eusebio, primer obispo de Vercelli, en la Liguria, que consolidó la Iglesia en toda la región subalpina y que, por defender la fe del Concilio de Nicea, fue desterrado por el emperador Constancio a Escitópolis y, posteriormente, a Capadocia y a la Tebaida. Vuelto a su sede después de ocho años, trabajó con empeño y valentía para restablecer la fe contra los arrianos ( 371).

Breve Biografía

Nació en Cerdeña, Italia. Al morir su padre, su madre lo llevó a vivir a Roma, donde el Papa Liberio lo tomó bajo su protección, lo educó y lo ordenó de sacerdote. Poco después en la ciudad de Vercelli, al norte de Italia, murió el obispo, y el pueblo y los sacerdotes proclamaron a Eusebio como el nuevo obispo, por su santidad y sus muchos conocimientos.

San Ambrosio dice que el obispo Eusebio de Vercelli fue el primero en Occidente al cual se le ocurrió organizar a sus sacerdotes en grupos para formarse mejor y ayudarse y animarse a la santidad. Para este santo su más importante labor como obispo era tratar de que sus sacerdotes llegaran a la santidad. Fue obispo de Vercelli por 28 años.

Una de sus grandes preocupaciones era instruir al pueblo en religión. Y él mismo iba de parroquia en parroquia instruyendo a los feligreses.

En aquellos tiempos se estaba extendiendo una terrible herejía llamada Arrianismo, que enseñaba que Cristo no era Dios. Los más grandes santos de la época se opusieron a tan tremendo error, pero el jefe de gobierno, llamado Constancio, la apoyaba. Hicieron entonces una reunión de obispos en Milán, para discutir el asunto, pero Eusebio al darse cuenta de que el ejercito del emperador iba a obligarlos a decir lo que él no aceptaba, no quiso asistir. Constancio le ordenó que se hiciera presente, y el santo le avisó que iría, pero que no aceptaría firmar ningún error. Y así lo hizo. A pesar de que hereje emperador lo amenazó con la muerte, él no quiso aceptar el que Jesucristo no sea Dios, por esto fue desterrado.

Fue llevado encadenado hasta Palestina y encerrado en u cuartucho miserable. Los herejes lo arrastraron por las calles y lo insultaron, pero él seguía proclamando que Jesucristo sí es Dios. En una carta suya cuenta los espantosos sufrimientos que tuvo que padecer por permanecer fiel a su santa religión, y expresa su deseo de poder morir sufriendo por el Reino de Dios.

Al morir Constancio, su sucesor decretó la libertad de Eusebio y éste pudo volver a su amada diócesis de Vercelli. San Jerónimo dice que toda la ciudad sintió enorme alegría por su llegada y que su vuelta fue como el termino de un tiempo de luto y dolor.

EL resto de su vida lo empleó junto con grandes santos como San Atanasio y San Hilario en atacar y acabar la herejía de los arrianos, y en propagar por todas partes la santa religión. Murió el 1 de agosto del año 371.

La Iglesia lo considera mártir, no porque haya muerto martirizado, sino porque en sus tiempos de prisión tuvo que soportar sufrimientos horrorosos, y los supo sobrellevar con gran valentía.

El repetía: » Puedo equivocarme en muchas cosas, pero jamás quiero dejar de pertenecer a la verdadera religión».