28 de mayo. Lunes de la VIII semana del Tiempo Ordinario

Templo Carmelitas

  • 18:00 Reunión del grupo de Oración y Amistad

Ermita del Salvador

  • 19:30 Rosario
  • 20:00 Misa. Sufragio José Colomer Sancho

Primera lectura

Lectura de la primera carta del apóstol san Pedro (1,3-9):

Bendito sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, que en su gran misericordia,

por la resurrección de Jesucristo de entre los muertos, nos ha hecho nacer de nuevo para una esperanza viva, para una herencia incorruptible, pura, imperecedera, que os está reservada en el cielo. La fuerza de Dios os custodia en la fe para la salvación que aguarda a manifestarse en el momento final. Alegraos de ello, aunque de momento tengáis que sufrir un poco, en pruebas diversas: así la comprobación de vuestra fe de más precio que el oro, que, aunque perecedero, lo aquilatan a fuego llegará a ser alabanza y gloria y honor cuando se manifieste Jesucristo. No habéis visto a Jesucristo, y lo amáis; no lo veis, y creéis en él; y os alegráis con un gozo inefable y transfigurado, alcanzando así la meta de vuestra fe: vuestra propia salvación.

Palabra de Dios

Salmo

Sal 110,1-2.5-6.9ab.10c

R/. El Señor recuerda siempre su alianza

Doy gracias al Señor de todo corazón,
en compañía de los rectos, en la asamblea.
Grandes son las obras del Señor,
dignas de estudio para los que las aman. R/.

El da alimento a sus fieles,
recordando siempre su alianza;
mostró a su pueblo la fuerza de su obrar,
dándoles la heredad de los gentiles. R/.

Envió la redención a su pueblo,
ratificó para siempre su alianza;
la alabanza del Señor dura por siempre. R/.

Evangelio

Lectura del santo evangelio según san Marcos (10,17-27):

En aquel tiempo, cuando salía Jesús al camino, se le acercó uno corriendo, se arrodilló y le preguntó: «Maestro bueno, ¿qué haré para heredar la vida eterna?»
Jesús le contestó: «¿Por qué me llamas bueno? No hay nadie bueno más que Dios. Ya sabes los mandamientos: no matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no darás falso testimonio, no estafarás, honra a tu padre y a tu madre.»
Él replicó: «Maestro, todo eso lo he cumplido desde pequeño.»
Jesús se le quedó mirando con cariño y le dijo: «Una cosa te falta: anda, vende lo que tienes, dale el dinero a los pobres, así tendrás un tesoro en el cielo, y luego sígueme.»
A estas palabras, él frunció el ceño y se marchó pesaroso, porque era muy rico.
Jesús, mirando alrededor, dijo a sus discípulos: «¡Qué difícil les va a ser a los ricos entrar en el reino de Dios!»
Los discípulos se extrañaron de estas palabras. Jesús añadió: «Hijos, ¡qué difícil les es entrar en el reino de Dios a los que ponen su confianza en el dinero! Más fácil le es a un camello pasar por el ojo de una aguja, que a un rico entrar en el reino de Dios.»
Ellos se espantaron y comentaban: «Entonces, ¿quién puede salvarse?»
Jesús se les quedó mirando y les dijo: «Es imposible para los hombres, no para Dios. Dios lo puede todo.»

Palabra del Señor

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio

De catholic.net

Más de alguna vez se nos ha encendido el corazón a tal grado de querer ser perfectos en la propia misión. Seguramente habremos sentido el deseo de ser santo y habremos tenido la sensación de no tener límites al darlo todo.
Éste es el deseo espontaneo y sincero que Dios mira con ternura y cariño. Pero el obrar de Dios ante esta actitud es sabia. Cuando ve que lo ordinario está en su lugar –los mandamientos-, entra en profundidad para ayudarnos a purificar estos sentimientos.
Nos podemos poner con facilidad en lugar de este joven-rico, cuando Dios encuentra junto a nuestro corazón un tesoro. Un tesoro que se arraiga en el corazón con tanta fuerza que comienza a apagar los latidos del verdadero amor. Cristo lo señala. Cristo lo pide. Cristo quiere todo nuestro corazón.
Los apegos pueden surgir, pero debemos estar atentos al guardar todo nuestro corazón para Aquel que es digno de ser acogido en lo más íntimo de nuestra persona. Éstos son sentimientos de entrega, pero siempre deberán madurar.

«El Señor fue claro: no se puede servir a Dios y al dinero. No se pueden servir a dos padrones, dos señores: o tú sirves a Dios o sirves a las riquezas. La historia de ese joven rico, que quería seguir al Señor pero al final era tan rico que eligió las riquezas, un pasaje evangélico en el que se subraya el lema de Jesús: “¡Qué difícil es que los que tienen riquezas entren en el Reino de Dios. Es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja”, y la reacción de los discípulos “un poco asustados: Pero ¿quién se podrá salvar?”.»

(Homilía de S.S. Francisco, 28 de febrero de 2017, en santa Marta).