Ermita de Campolivar
- 19:00 Misa del IV Domingo de Cuaresma
Templo de las Carmelitas
- 20:00 Misa del IV Domingo de Cuaresma
Primera lectura
Vamos, volvamos al Señor.
Porque él ha desgarrado,
y él nos curará;
y él nos vendará.
En dos días nos volverá a la vida
y al tercero nos hará resurgir;
viviremos en su presencia
y comprenderemos.
Procuremos conocer al Señor.
Su manifestación es segura como la aurora.
Vendrá como la lluvia,
como la lluvia de primavera
que empapa la tierra».
¿Qué haré de ti, Efraín,
qué haré de ti, Judá?
Vuestro amor es como nube mañanera,
como el rocío que al alba desaparece.
Sobre una roca tallé mis mandamientos;
los castigué por medio de los profetas
con las palabras de mi boca.
Mi juicio se manifestará como la luz.
Quiero misericordia y no sacrificio,
conocimiento de Dios, más que holocaustos.Palabra de Dios
Salmo
Sal 50,3-4.18-19.20-21ab
R/. Quiero misericordia, y no sacrificios
V/. Misericordia, Dios mío, por tu bondad,
por tu inmensa compasión borra mi culpa;
lava del todo mi delito,
limpia mi pecado. R/.
V/. Los sacrificios no te satisfacen:
si te ofreciera un holocausto, no lo querrías.
El sacrificio agradable a Dios
es un espíritu quebrantado;
un corazón quebrantado y humillado,
tú, oh, Dios, tú no lo desprecias. R/.
V/. Señor, por tu bondad, favorece a Sión,
reconstruye las murallas de Jerusalén:
entonces aceptarás los sacrificios rituales,
ofrendas y holocaustos. R/.
Evangelio
Lectura del santo evangelio según san Lucas (18,9-14):
EN aquel tiempo, dijo Jesús esta parábola a algunos que confiaban en sí mismos por considerarse justos y despreciaban a los demás:
«Dos hombres subieron al templo a orar. Uno era fariseo; el otro, publicano. El fariseo, erguido, oraba así en su interior:
“Oh, Dios!, te doy gracias porque no soy como los demás hombres: ladrones, injustos, adúlteros; ni tampoco como ese publicano. Ayuno dos veces por semana y pago el diezmo de todo lo que tengo”.
El publicano, en cambio, quedándose atrás, no se atrevía ni a levantar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho diciendo: “Oh, Dios!, ten compasión de este pecador”.
Os digo que este bajó a su casa justificado, y aquel no. Porque todo el que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido».
Palabra del Señor
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
De catholic.net
Jesús no quiere la muerte del pecador, sino que se convierta y viva. Quiere ayudarlo a regresar a la gracia y a la comunión con Dios y sus hermanos los hombres. Al final de la parábola, sin embargo, hay uno justificado y otro no.
Dios desea ardientemente envolvernos en su misericordia y restaurar aquello que hemos perdido por culpa del pecado. Sólo basta con decir como el publicano:”Dios mío, apiádate de mí, que soy un pecador”, para que el Señor nos tienda la mano y comience a guiarnos en nuestro caminar.
Su amor llega al punto de dar la vida por nosotros, por cada uno de nosotros, y quiere que lo aceptemos libremente, reconociendo que tenemos necesidad de Él.
A este punto se borra la diferencia entre el justo y el pecador. Todos, todos, necesitamos a Dios, su amor y su misericordia.
“Considero necesario dar un paso importante: no podemos analizar, reflexionar, y menos todavía rezar, sobre la realidad como si nosotros estuviésemos en orillas o senderos diversos, como si estuviésemos fuera de la historia. Todos tenemos necesidad de convertirnos, todos tenemos necesidad de ponernos delante del Señor y renovar siempre de nuevo la alianza con Él y decir junto con el publicano: Dios mío, ten piedad de mí que soy pecador. Con este punto de partida, quedamos incluidos en la misma “parte” -no separados, incluidos en la misma parte- y nos ponemos ante el Señor con una actitud de humildad y de escucha.
Justamente, mirar a nuestras familias con la delicadeza con la que las mira Dios nos ayuda a poner nuestra conciencia en su misma dirección” (Homilía de S.S. Francisco, 16 de junio de 2016).