1 de marzo. Jueves de la II semana de Cuaresma

Ermita del Salvador

  • 19:30. Rosario
  • 20:00 Misa

Primera lectura

Lectura del libro de Jeremías (17,5-10):

Esto dice el Señor:

«Maldito quien confía en el hombre,
y busca el apoyo de las criaturas,
apartando su corazón del Señor.
Será como cardo en la estepa,
que nunca recibe la lluvia;
habitará en un árido desierto,
tierra salobre e inhóspita.
Bendito quien confía en el Señor
y pone en el Señor su confianza.
Será un árbol plantado junto al agua,
que alarga a la corriente sus raíces;
no teme la llegada del estío,
su follaje siempre está verde;
en año de sequía no se inquieta,
ni dejará por eso de dar fruto.
Nada hay más falso y enfermo
que el corazón: ¿quién lo conoce?
Yo, el Señor, examino el corazón,
sondeo el corazón de los hombres
para pagar a cada cual su conducta
según el fruto de sus acciones».
Palabra de Dios

Salmo

Sal 1,1-2.3.4.6

R/. Dichoso el hombre
que ha puesto su confianza en el Señor

V/. Dichoso el hombre
que no sigue el consejo de los impíos
ni entra por la senda de los pecadores,
ni se sienta en la reunión de los cínicos;
sino que su gozo es la ley del Señor,
y medita su ley día y noche. R/.

V/. Será como un árbol
plantado al borde de la acequia:
da fruto en su sazón
y no se marchitan sus hojas;
y cuanto emprende tiene buen fin. R/.

V/. No así los impíos, no así;
serán paja que arrebata el viento.
Porque el Señor protege el camino de los justos,
pero el camino de los impíos acaba mal. R/.

Evangelio

Lectura del santo evangelio según san Lucas (16,19-31):

En aquel tiempo, dijo Jesús a los fariseos:
«Había un hombre rico que se vestía de púrpura y de lino y banqueteaba cada día. Y un mendigo llamado Lázaro estaba echado en su portal, cubierto de llagas, y con ganas de saciarse de lo que caía de la mesa del rico.
Y hasta los perros venían y le lamían las llagas.
Sucedió que murió el mendigo, y fue llevado por los ángeles al seno de Abrahán.
Murió también el rico y fue enterrado. Y, estando en el infierno, en medio de los tormentos, levantó los ojos y vio de lejos a Abrahán, y a Lázaro en su seno, y gritando, dijo:
“Padre Abrahán, ten piedad de mí y manda a Lázaro que moje en agua la punta del dedo y me refresque la lengua, porque me torturan estas llamas”.
Pero Abrahán le dijo:
“Hijo, recuerda que recibiste tus bienes en tu vida, y Lázaro, a su vez, males: por eso ahora él es aquí consolado, mientras que tú eres atormentado.
Y, además, entre nosotros y vosotros se abre un abismo inmenso, para que los que quieran cruzar desde aquí hacia vosotros no puedan hacerlo, ni tampoco pasar de ahí hasta nosotros”.
Él dijo:
“Te ruego, entonces, padre, que le mandes a casa de mi padre, pues tengo cinco hermanos: que les dé testimonio de estas cosas, no sea que también ellos vengan a este lugar de tormento”.
Abrahán le dice:
“Tienen a Moisés y a los profetas: que los escuchen”.
Pero él le dijo:
“No, padre Abrahán. Pero si un muerto va a ellos, se arrepentirán”.
Abrahán le dijo:
“Si no escuchan a Moisés y a los profetas, no se convencerán ni aunque resucite un muerto”».

Palabra del Señor

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio.

De catholic.net

Cielo. Tal vez me quieres recordar en este Evangelio esta palabra tan olvidada hoy. A veces vivo mi vida sin pensar que me llamas al cielo, a la felicidad eterna, a estar para siempre a tu lado.

Me puede pasar como el rico de esta parábola que vive sumergido en las cosas de este mundo. Vivía para banquetear, vestir a la moda, salir de fiestas todos los fines de semana, comprar en exceso, desperdiciar lo que se tiene, olvidando otras prioridades y no compartiendo con el necesitado. Estaba tan metido y ocupado en sus asuntos y descansos, que nunca se detuvo a mirar al que estaba a su lado y que parecía menos afortunado que él.

Quizá, yo también sólo tengo mi mirada en este plano horizontal. ¿Cuántas veces miro el cielo? ¿Qué pienso cuando lo veo? ¿Me lleva a imaginarme allí, contigo, en la eternidad, feliz para siempre?

Alzar la vista de las cosas de este mundo es la idea que tal vez me quieras mostrar. No todo es vestir, comer, disfrutar, comprar, gastar, descansar… hay un más allá que me espera, al que me invitas. No estoy creado sólo para este mundo.

A veces cuando leo este pasaje, más que pensar en el cielo, pienso en el infierno. Pero es que tampoco para el infierno he sido creado. Ese sí que menos. El más allá no es sólo el infierno. Tú no me intimidas, me amas. No me amenazas, me orientas. Ayúdame a descubrir que me pensaste feliz, en tu casa celestial, y me enseñaste cómo llegar allá desde este mundo. Las pistas son claras: el amor a Ti, el amor a los demás, y el amor correcto a mí mismo.

Ayúdame en este tiempo de Cuaresma a levantar la mirada, a creer que sí existe el más allá donde me esperas, donde te veré tal cual eres. Ayúdame a seguir tus pistas para que, recorriendo el camino de este mundo, me oriente hacia mi patria, hacia la casa celestial donde seré feliz por la eternidad.

Sintonizar con Dios, para ver lo que él ve: Él no se queda en las apariencias, sino que pone sus ojos “en el humilde y abatido”, en tantos pobres Lázaros de hoy. Cuánto mal nos hace fingir que no nos damos cuenta de Lázaro que es excluido y rechazado. Es darle la espalda a Dios. ¡Es darle la espalda a Dios! Cuando el interés se centra en las cosas que hay que producir, en lugar de las personas que hay que amar, estamos ante un síntoma de esclerosis espiritual.”
(Homilía de S.S. Francisco, 13 de noviembre de 2016).