10 de enero. Miércoles de la Primera Semana del Tiempo Ordinario

Ermita del Salvador

  • 19:30 Rosario
  • 20:00  Misa.  Sufr. Agustín Alonso

Primera lectura

Lectura del primer libro de Samuel (3,1-10.19-20):

En aquellos dias, el niño Samuel oficiaba ante el Señor con Elí. La palabra del Señor era rara en aquel tiempo, y no abundaban las visiones. Un día Elí estaba acostado en su habitación. Sus ojos empezaban a apagarse, y no podía ver. Aún ardía la lámpara de Dios, y Samuel estaba acostado en el templo del Señor, donde estaba el arca de Dios.
El Señor llamó a Samuel, y él respondió: «Aquí estoy.»
Fue corriendo a donde estaba Elí y le dijo: «Aquí estoy; vengo porque me has llarnado.»
Respondió Elí: «No te he llamado; vuelve a acostarte.»
Samuel volvió a acostarse. Volvió a llamar el Señor a Samuel. Él se levantó y fue a donde estaba Elí y le dijo: «Aqui estoy; vengo porque me has llamado.»
Respondió Elí: «No te he llamado, hijo mío; vuelve a acostarte.»
Aún no conocía Samuel al Señor, pues no le había sido revelada la palabra del Señor. Por tercera vez llamó el Señor a Samuel, y él se fue a donde estaba Elí y le dijo: «Aquí estoy; vengo porque me has llamado.»
Elí comprendió que era el Señor quien llamaba al muchacho, y dijo a Samuel: «Anda, acuéstate; y si te llama alguien, responde: «Habla, Señor, que tu siervo te escucha.»»
Samuel fue y se acostó en su sitio. El Señor se presentó y le llamó como antes: «¡Samuel, Samuel!»
Él respondió: «Habla, que tu siervo te escucha.»
Samuel crecía, y el Señor estaba con él; ninguna de sus palabras dejó de cumplirse; y todo Israel, desde Dan hasta Berseba, supo que Samuel era profeta acreditado ante el Señor.

Palabra de Dios

Salmo

Sal 39,2.5.7-8a.8b-9.10

R/. Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad

Yo esperaba con ansia al Señor;
él se inclinó y escuchó mi grito.
Dichoso el hombre que ha puesto
su confianza en el Señor,
y no acude a los idólatras,
que se extravían con engaños. R/.

Tú no quieres sacrificios ni ofrendas,
y, en cambio, me abriste el oído;
no pides sacrificio expiatorio,
entonces yo digo: «Aquí estoy.» R/.

«Como está escrito en mi libro:
para hacer tu voluntad.»
Dios mío, lo quiero,
y llevo tu ley en las entrañas. R/.

He proclamado tu salvación
ante la gran asamblea;
no he cerrado los labios:
Señor, tú lo sabes. R/.

Evangelio

Lectura del santo evangelio según san Marcos (1,29-39):

En aquel tiempo, al salir Jesús de la sinagoga, fue con Santiago y Juan a casa de Simón y Andrés. La suegra de Simón estaba en cama con fiebre, y se lo dijeron. Jesús se acercó, la cogió de la mano y la levantó. Se le pasó la fiebre y se puso a servirles. Al anochecer, cuando se puso el sol, le llevaron todos los enfermos y endemoniados. La población entera se agolpaba a la puerta. Curó a muchos enfermos de diversos males y expulsó muchos demonios; y como los demonios lo conocían, no les permitía hablar. Se levantó de madrugada, se marchó al descampado y allí se puso a orar.
Simón y sus compañeros fueron y, al encontrarlo, le dijeron: «Todo el mundo te busca.»
Él les respondió: «Vámonos a otra parte, a las aldeas cercanas, para predicar también allí; que para eso he salido.»
Así recorrió toda Galilea, predicando en las sinagogas y expulsando los demonios.

Palabra del Señor

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio

Es maravilloso contemplar los milagros de Jesús, aunque sea a través de breves miradas: «curó a muchos enfermos de diversos males». No sabemos exactamente cómo curó a cada uno de los que le presentaron, pero de lo que estamos seguros es que Él tenía el poder para sanarlos. La gente de los pueblos lo sabía y por eso lo buscaban. «Jesús me puede ayudar- pensaban- Él sí y nadie más que Él». Iban a Jesús, se presentaban ante Él y su confianza no era en vano.

Aunque, hoy por hoy, no vemos a Jesús caminando por las calles sino con los ojos de la fe, Él también está en medio de nosotros con ese mismo poder, con ese mismo amor, con ese mismo deseo de ayudar. Hace falta que nosotros le busquemos con empeño, que vayamos y nos postremos ante Él. Jesús recompensa la confianza y el abandono total en sus manos, pues se muere de ganas de encontrar un alma necesitada de su amor, un alma a la cual se pueda donar sin medida.

Jesús nos espera; vayamos hacia Él.

Jesús que vino en la tierra para anunciar y realizar la salvación de todo el hombre y de todos los hombres, él demuestra una particular predilección por aquellos que están heridos en el cuerpo y en el espíritu: los pobres, los pecadores, los endemoniados, los enfermos, los marginados. Él así se revela médico, sea de las almas que de los cuerpos, buen samaritano del hombre, es el verdadero salvador. Jesús salva; Jesús cura; Jesús sana.
(Homilía de S.S. Francisco, 8 de febrero de 2015).