Ermita del Salvador
19: 30 h. Rosario
20: 00 h. Misa. Sufr. Rafael y Miguel
Lecturas
Dn 7,2-14: Vi venir en las nubes del cielo como un hijo de hombre.
Tuve una visión nocturna: Los cuatro vientos del cielo agitaban el océano. Cuatro fieras gigantescas salieron del mar, las cuatro distintas.
La primera era como un león con alas de águila; la estaba mirando, cuando le arrancaron las alas, la alzaron del suelo, la pusieron de pie como un hombre y le dieron una mente humana.
La segunda era como un oso medio erguido, con tres costillas en la boca, entre los dientes. Le dijeron: «¡Arriba! Come carne en abundancia».
Después vi otra fiera como un leopardo, con cuatro alas de ave en el lomo y cuatro cabezas. Y le dieron el poder.
Después tuve otra visión nocturna: una cuarta fiera terrible, espantosa, fortísima; tenía grandes dientes de hierro, con los que comía y descuartizaba; y las sobras las pateaba con las pezuñas. Era diversa de las fieras anteriores, porque tenía diez cuernos. Miré atentamente los cuernos, y vi que entre ellos salía otro cuerno pequeño; para hacerle sitio, arrancaron tres de los cuernos precedentes. Aquel cuerno tenía ojos humanos, y una boca que profería insolencias.
Durante la visión miré y vi que colocaban unos tronos.
Un anciano se sentó.
Su vestido era blanco como nieve,
su cabellera como lana limpísima;
su trono, llamas de fuego;
sus ruedas, llamaradas;
un río impetuoso de fuego
brotaba delante de él.
Miles y miles le servían,
millones estaban a sus órdenes.
Comenzó la sesión
y se abrieron los libros.
Yo seguí mirando, atraído por las insolencias que profería aquel cuerno; hasta que mataron a la fiera, la descuartizaron y la echaron al fuego.
A las otras fieras les quitaron el poder, dejándolas vivas una temporada.
Seguí mirando.
Y en mi visión nocturna
vi venir una especie de hombre
entre las nubes del cielo.
Avanzó hacia el anciano venerable
y llegó hasta su presencia.
A él se le dio poder, honor y reino.
Y todos los pueblos, naciones y lenguas le sirvieron.
Su poder es eterno, no cesará.
Su reino no acabará.
Sal Dn 3,75-81: Ensalzadlo con himnos por los siglos.
R. Ensalzadlo con, himnos por los siglos.
R. Ensalzadlo con, himnos por los siglos.
V. Mares y ríos: bendecid al Señor.
R.Ensalzadlo con, himnos por los siglos
V. Cetáceos y peces: bendecid al Señor.
R.Ensalzadlo con, himnos por los siglos
V. Aves del cielo: bendecid al Señor.
R. Ensalzadlo con, himnos por los siglos
V. Fieras y ganados: bendecid al Señor.
R. Ensalzadlo con, himnos por los siglos
Evangelio
En aquel tiempo, puso Jesús una comparación a sus discípulos:
-Fijaos en la higuera o en cualquier árbol: cuando echan brotes, os basta verlos para saber que la primavera está cerca.
Pues cuando veáis que suceden estas cosas, sabed que está cerca el reino de Dios.
Os aseguro que antes que pase esta generación, todo eso se cumplirá.
El cielo y la tierra pasarán, mis palabras no pasarán.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
¡Qué importante es, Señor, descubrir tu acción en mi vida! En este pasaje invitas a los discípulos a fijarse en los signos de los tiempos que profetizas porque ellos son la señal de que está cerca tu Reino. Pero esto no es algo del pasado, en que profetizabas la destrucción de Jerusalén. Tampoco es algo sólo del final del mundo. Es una invitación actual, del aquí y del ahora.
Me invitas a descubrir, en todos los sucesos del día a día de mi vida, tu mano providente que me va dejando mensajes. Mensajes de amor, de cariño, de afecto, de ternura, de misericordia, de paciencia, de perdón, de exigencia.
Como cristiano, creo que nada en mi vida pasa por casualidad, por la fuerza de las estrellas, por el horóscopo. Los signos de mi vida no se buscan fuera de ella, sino dentro. No en el movimiento de los astros, en una baraja de cartas y todas esas cosas. Tus mensajes los descubro en la mirada de mis padres, en la sonrisa de los niños, en la conversación con un amigo, en el descanso de la noche, en la belleza del amanecer de un nuevo día que me das, en las muestras de cariño de mi cónyuge, en las responsabilidades que cumplo con dedicación.
Los cielos y la tierra pasarán pero tus palabras no, porque ellas siguen teniendo eco en todos los sucesos de mi existencia. ¡Cuán ciego soy que no sé descifrar tus mensajes en los signos de mi vida!
La vida, la salud, el trabajo, la familia, los amigos, las reuniones, los descansos, los encuentros casuales…en todo ello me dejas un mensaje que quieres que yo reciba y asimile. Dame, Señor, un espíritu sobrenatural que me permita contemplarte presente y actuando en mi vida. Que en este adviento de preparación a tu venida, mi actuar cotidiano sea la mejor preparación para la navidad.
«Muchos esperan todavía conocer a Jesús, único Redentor del hombre, y no pocas situaciones de injusticia y malestar moral y material interpelan a los creyentes. Una misión tan urgente requiere una conversión personal y comunitaria. Sólo los corazones plenamente abiertos a la acción de la gracia son capaces de interpretar los signos de los tiempos y de recibir el llamamiento de la humanidad necesitada de esperanza y paz.»
(Homilía de S.S. Francisco, 18 de febrero de 2017).