5 de octubre. Jueves XXVI del tiempo ordinario. Témporas de acción de gracias y de petición

Evangelio

En aquel tiempo, el Señor designó a otros setenta y dos, y los envió de dos en dos delante de sí, a todas las ciudades y sitios a donde él había de ir.

Y les dijo: «La mies es mucha, y los obreros pocos. Rogad, pues, al dueño de la mies que envíe obreros a su mies. Id; mirad que os envío como corderos en medio de lobos. No llevéis bolsa, ni alforja, ni sandalias. Y no saludéis a nadie en el camino.

»En la casa en que entréis, decid primero: ‘Paz a esta casa’. Y si hubiere allí un hijo de paz, vuestra paz reposará sobre él; si no, se volverá a vosotros. Permaneced en la misma casa, comiendo y bebiendo lo que tengan, porque el obrero merece su salario. No vayáis de casa en casa. En la ciudad en que entréis y os reciban, comed lo que os pongan; curad los enfermos que haya en ella, y decidles: ‘El Reino de Dios está cerca de vosotros’. Lc 10,1-12

»En la ciudad en que entréis y no os reciban, salid a sus plazas y decid: ‘Hasta el polvo de vuestra ciudad que se nos ha pegado a los pies, os lo sacudimos. Pero sabed, con todo, que el Reino de Dios está cerca’. Os digo que en aquel día habrá menos rigor para Sodoma que para aquella ciudad».

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio

Rogar. Es importante rogar al Señor. Pero jamás hemos de olvidar: después de que Jesús nos dijo «rueguen», dijo «pónganse en camino». ¿Activismo? No, realismo. Jesús mismo vivía con tal ímpetu su vida, que parecería difícil no identificarlo como un activista. Sin embargo estaba muy lejos de serlo.
El activista tiene puesta su confianza en sí mismo. El cristiano tiene puesta su confianza en Dios, a quien conoce, con quien tiene contacto frecuente, con aquél que es su motivación y su fuerza. El cristiano vive con el deseo de imitar a Cristo y en ello encuentra su plenitud. Por ello nunca desespera: porque su fundamento es sólido. Incluso en tiempos de crisis, en tiempos de preguntas sabe acudir a Dios.
Jesús, incluso en Getsemaní, hablaba con el Padre. Incluso en el calvario, cuando se sintió abandonado, habló con el Padre. Y en sus días cotidianos, la mañana, y muchas de sus noches, las dedicaba a su Padre. La jornada la dedicaba a darle gloria con sus obras. Rogaba y se ponía en camino.
Rogar y ponerse en camino. Dios me ha regalado la inteligencia y la voluntad para darle gloria. Primero le doy gloria poniéndolas a su escucha. Después le doy gloria poniéndolas en acción según sus palabras.

«Salir, ponerse en camino, encontrarse juntos, trabajar por la paz: no sólo son movimientos físicos, sino sobre todo del espíritu, son respuestas espirituales concretas para superar la cerrazón abriéndose a Dios y a los hermanos. Dios nos lo pide, exhortándonos a afrontar la gran enfermedad de nuestro tiempo: la indiferencia. Es un virus que paraliza, que vuelve inertes e insensibles, una enfermedad que ataca el centro mismo de la religiosidad, provocando un nuevo y triste paganismo: el paganismo de la indiferencia.
No podemos permanecer indiferentes.»
(S.S. Francisco, discurso el 20 de septiembre de 2016).