14 de septiembre. La Exaltación de la Santa Cruz

Evangelio

En aquel tiempo, Jesús dijo a Nicodemo: «Nadie ha subido al cielo sino el que bajó del cielo, el Hijo del hombre.

Y como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así tiene que ser levantado el Hijo del hombre, para que todo el que crea en Él tenga vida eterna. Porque tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo único, para que todo el que crea en Él no perezca, sino que tenga vida eterna. Porque Dios no ha enviado a su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por Él».(Jn. 3,13-17 )

Comentario

Las cruces están despareciendo de muchos lugares públicos en nombre de la laicidad social. Si no colgamos símbolos de otras religiones ¿por qué habríamos de colgar cruces en las escuelas o en los juzgados, por ejemplo? Y, sin embargo, la cruz de Jesús no es el logotipo de una multinacional religiosa sino un símbolo universal de amor.

La fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz no nos invita a acentuar nuestros rasgos de grupos, como si fuéramos unos fanáticos, sino a contemplar al Crucificado. Su trono no es un solio real del pasado ni tampoco un poder mediático del presente, sino su Cuerpo traspasado por amor.

Contemplar la cruz de Jesús significa adentrarse en la historia del sufrimiento de la humanidad. Por eso, los cristianos no somos fanáticos de la cruz como otros lo son de su raza, lengua, bandera, territorio, etc. Al contrario, por la Cruz de Jesús, entramos en esa «internacional del sufrimiento» que solo encuentra un punto de luz en su Cuerpo Resucitado. De esta comunidad de sufrientes no queda excluido ningún ser humano. Cualquiera puede adherirse a la cruz sin sentir que toca madera extrañaa. La cruz de Jesús está hecha con la madera de mi propia tiniebla.